Paysandú, Domingo 19 de Abril de 2009

Aedes aegypti y dengue: esta vez será más difícil erradicarlos

Locales | 15 Abr La magnitud actual del problema creado por el mosquito transmisor del dengue es mucho mayor que durante la campaña anterior de erradicación, en términos de extensión, urbanización, volumen y unidades de agua almacenada a cielo abierto y contaminada. Todas las poblaciones del mosquito en América son ahora resistentes al DDT y algunas lo son a temefós, malathión y piretroides, según señala un trabajo científico del profesor Héctor Chiparelli y el doctor Felipe Schelotto, del Departamento de Bacteriología y Virología de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República.
En los últimos años se ha observado en América un aumento de la circulación del virus de dengue, así como también de la incidencia de casos de fiebre hemorrágica. Esto se atribuye a varios factores. En primer lugar que es una enfermedad fundamentalmente urbana, donde el combate del vector (principal medida de control) depende de la mano de obra y existen dificultades operacionales en las grandes ciudades cuando se intenta poner en práctica un plan de control sistemático. Por otra parte, el proceso creciente de urbanización, con aumento de la densidad poblacional genera mayor posibilidad de transmisión del virus, en tanto la producción cada vez mayor de recipientes descartables provee abundantes criaderos potenciales del vector.
Asimismo, el aumento del transporte proporciona un mecanismo ideal para el traslado del virus. Finalmente, la reinfestación de la mayor parte de América tropical por aedes aegypti, su resistencia a los insecticidas y la ausencia de una vacuna eficaz para el ser humano completan el cuadro favorable a la difusión de la infección.
Hay otros elementos que también contribuyen al fenómeno: la replicación del virus en el tracto genital del vector hace que aquel pueda incorporarse a los huevos y la progenie y, además, se puede producir transmisión sexual de machos infectados a hembras.
Qué es y cómo se traNsmite
También llamado en algunos países como “fiebre rompehuesos”, el dengue es una enfermedad infecciosa producida por un virus, transmitida por mosquitos del género aedes y la especie más importante de trasmisión es el aedes aegypti, un mosquito urbano de color café oscuro o negro, con manchas blancas en el tórax y en las patas.
Estos mosquitos vuelan pocos metros y pican de día o de noche en la vivienda junto a la que nacen. Cada hembra deposita relativamente pocos huevos (unos 140) durante una oviposición (puede haber 2 o más). Lo hace en colecciones de agua naturales o artificiales peridomiciliarias (tanques, cubiertas, recipientes descartables diversos, preferentemente de color oscuro e incluso los desagües de la ducha) o en hoyos y cavidades de árboles y rocas. Los huevos pueden soportar la desecación durante un año y eclosionar tras unos cuatro días de humedad.
Otro vector de importancia epidemiológica es el mosquito aedes albopictus, de gran distribución en Brasil y que ahora ha sido detectado también en Argentina. Este es el vector que mantiene la enfermedad en Asia, ha sido introducido en América y se ha difundido en varios países.
La transmisión del dengue es indirecta por la picadura del mosquito hembra infectado. Las hembras se infectan cuando se alimentan de sangre contaminada, cuyas proteínas requieren para el desarrollo de los huevos. No hay transmisión por contacto directo con una persona enferma, sus secreciones, ni por contacto con fuentes de agua o alimentos.
Síntomas
El agente causal del dengue es un virus de la familia Flaviviridae: arbovirus similar al de la fiebre amarilla. Existen cuatro serotipos del dengue: 1, 2, 3 y 4. La primera vez que una persona es contagiada por cualquiera de estos cuatro virus adquiere el dengue clásico. Nunca volverá a padecer dengue por el mismo serotipo, pero sigue expuesta a los demás. Si vuelve a ser picada por un mosquito infestado, portador de uno de los tres serotipos restantes, puede sufrir dengue hemorrágico. Por eso se dice que el dengue la primera vez golpea y la segunda puede matar.
“La infección por dengue causa una enfermedad cuyo espectro incluye desde formas clínicamente inaparentes hasta cuadros graves de hemorragia y shock que pueden finalizar con la muerte del paciente”, señala el trabajo del Departamento de Bacteriología y Virología antes citado.
En el caso del dengue clásico, las primeras manifestaciones clínicas son de inicio abrupto tras 2 a 7 días de incubación. Se caracterizan por fiebre elevada (39-40ºC), cefaleas, mialgias intensas generalizadas y artralgias con dolor cervical y lumbar, anorexia, gran astenia, náuseas, vómitos y dolor abdominal. Los síntomas respiratorios (tos, rinitis, faringitis) son frecuentes. Se puede presentar una erupción cutánea que aparece al comienzo de la fiebre o coincide con un segundo pico febril a los 3 a 5 días.
Si bien el dengue clásico es usualmente benigno y autolimitado, se asocia con gran debilidad física y algunas veces con una convalecencia prolongada, pudiendo estar presentes las manifestaciones hemorrágicas, que no son exclusivas de la entidad clínica llamada fiebre hemorrágica de dengue.
El dengue hemorrágico se define por un descenso del nivel de plaquetas por debajo de 100.000/mm3 y un aumento del hematocrito (hemoconcentración) mayor del 20% del valor basal. Los síntomas iniciales no se distinguen de los del dengue clásico, pero las manifestaciones hemorrágicas evolucionan rápidamente. Son leves en la mayoría de los casos pero pueden llegar a hemorragias más importantes en piel, tubo digestivo, sistema nervioso, aparato urinario, o incluso serosas, con derrame pleural. En los casos benignos o moderados, luego del descenso de la fiebre, el resto de los síntomas y signos retroceden.
Por lo general los pacientes se recuperan espontáneamente o luego de la terapia de reposición hidroelectrolítica. En los casos graves, rápidamente o después de un descenso de la fiebre entre el 3º y el 7º día, el estado del paciente empeora repentinamente produciendo hemorragias múltiples y falla circulatoria. La situación es de corta duración, pudiendo llevar a la muerte en 12 a 24 horas (1 a 10% de los casos) o a la rápida recuperación luego del tratamiento antishock.


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