Paysandú, Miércoles 22 de Abril de 2009

Nadie es perfecto

El dilema del voto a distancia

Locales | 19 Abr (Por Enrique Julio Sánchez, desde Estados Unidos). Uno de los temas controversiales que divide a la población uruguaya vuelve al tapete: el del voto a distancia.
En octubre próximo los ciudadanos uruguayos residentes en el país deberán decidir si aceptan reformar el artículo 77 de la Constitución, habilitando el voto de ciudadanos que se encuentren fuera de fronteras.
De accederse a la reforma, unos 400.000 ciudadanos uruguayos (de un total de 600.000 personas) que residimos en el exterior podríamos ejercer el derecho al voto, desde las elecciones de 2014 en adelante.
Los sectores políticos no se han puesto de acuerdo aun en el método, si en los consulados del país en el exterior o si por correo. Y nadie se atreve aun a mencionar el voto electrónico.
Resulta claro que aprobar la reforma sería reconocer que los uruguayos que debimos emigrar por diferentes razones mantenemos nuestra condición de ciudadanos, que nuestro compromiso con el paisito se mantiene vivo y que nuestra voz será escuchada.
En la mayoría de los casos no se ha emigrado como rechazo a la patria, sino obligados por circunstancias políticas, económicas, sociales y familiares. Es cierto que hay una minoría que se ha mimetizado con su nuevo medio ambiente y que mantiene escasos lazos con Uruguay, pero claramente la inmensa mayoría seguimos ligados tanto por aspectos familiares como sociales al país que nos vio nacer.
Actualmente hay unos 70 países en el mundo que reconocen el voto de sus ciudadanos que residen en el exterior y muchos más lo reconocen en aquellos casos de viajes por el extranjero en épocas electorales.
En el subcontinente Argentina, Brasil, Colombia, Ecuador, México, Panamá, Perú, República Dominicana y Venezuela permiten que sus ciudadanos voten en el exterior o se encuentran en proceso de establecer las leyes correspondientes.
En cambio, Chile, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Paraguay y (por el momento) Uruguay, no permiten el voto a distancia.
Si bien la discusión en el Parlamento uruguayo se ha centrado según actualmente le convenga o no a cada partido el voto de quienes residimos en el exterior, una decisión de este tipo debe hacerse mirando al futuro, tomando clara conciencia de que este mundo "como un pañuelo" permite el rápido desplazamiento y radicación en "la otra punta" del globo y que a la vez las redes de comunicación facilitan mantener los lazos con la patria. En ese sentido, resulta claro que el voto a distancia es tan solo poner en práctica una herramienta que por derecho constitucional nos pertenece como uruguayos. El sitio donde nos encontremos resulta secundario, lo primero es nuestra ciudadanía y esta es reconocida por la Carta Magna.
Ahora, claramente hay un argumento que quienes están en desacuerdo con permitir el voto a distancia deben profundizar. Habitualmente, del mismo modo que se espera que los candidatos respondan con hechos a las promesas electorales, los votantes deben responsabilizarse por sus decisiones. La primera trinchera es residir en el país donde sus elegidos van a gobernar.
Si quien vota no reside en el territorio, puede tomar en cuenta otros elementos para votar y transformar el hecho en un mero encuentro "deportivo", donde lo que importa es que gane tal o cual partido, independientemente de los programas de gobierno, de los líderes emergentes y las consecuencias directas y concretas sobre el territorio y sus habitantes.
Hay un elemento clave que al parecer hasta ahora no se ha considerado.
Es cierto que muchos países permiten el voto a distancia. Ahora bien, en el caso de Argentina, donde el voto en el exterior es voluntario, sufragaron 200.000 en las elecciones de 2007, sobre un padrón de alrededor de veinte millones. Esto es, el uno por ciento de los votos fueron emitidos a distancia, por lo que resulta claro que no pudieron incidir directamente en el resultado de la elección.
En Uruguay, los aproximadamente 400.000 ciudadanos residentes en el exterior, representan el dieciséis por ciento de los dos millones y medio de votantes que residen en el país.
¿Puede este número de electores incidir en el resultado? Representan conjuntamente los inscriptos en Canelones, Maldonado, Colonia y Salto.
Sin dudas, el poder de los votantes uruguayos en el extranjero es muy superior al de, por ejemplo, los argentinos que viven fuera de Argentina. Este debería ser el argumento clave a considerar por los electores que residen en el país. La disyuntiva estará entre reconocer el derecho como ciudadanos de quienes vivimos en el exterior y darnos un inmenso poder de decisión sin tener que responder por nuestras decisiones.
Podremos equivocarnos sin tener que sufrir directamente el descalabro de la economía, la falta de empleo, la falta de educación o de salud pública. Veríamos sufrir a nuestros familiares y amigos, pero podríamos continuar con nuestra vida de emigrantes.
Por otro lado, nuestra visión desde el exterior podría ser más amplia y global que la de quienes viven en el país, por lo que nuestro voto podría ser una excelente herramienta para llevar al poder a los mejores hombres y mujeres de nuestra clase política.
Como se aprecia, es mucho más que habilitar el ejercicio de un derecho en la reforma constitucional que podría permitir el voto a distancia. Bien podría estar en juego el futuro del país en las próximas décadas. Para bien o para mal.


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