Paysandú, Jueves 23 de Abril de 2009
Locales | 19 Abr Cada día desde el Viejo Continente, Carlos Blanco Fadol lee EL TELEGRAFO por Internet, horas antes que buena parte de los sanduceros se hayan levantado para comenzar su jornada. Caminante experimentado de los senderos del mundo en su búsqueda de las raíces musicales del planeta, el etnomusicólogo coterráneo nos acercó su testimonio tras haber sufrido dengue algunos años atrás durante un viaje a Birmania.
“Al leer la prensa he visto que se estima que próximamente aparezcan los primeros casos en Uruguay, sin que la población tenga plena conciencia que debe tomar medidas. Yo he padecido el dengue y ojalá este artículo contribuya a que por lo menos algunos se concienticen sobre la gravedad de esta enfermedad que una vez que haya ingresado al país será muy difícil erradicar”.
“Ojalá que esta amenaza que se cierne sobre Uruguay, sea concebida de forma responsable por nuestro pueblo y que no suceda como en las regiones asiáticas, donde la dejadez y la falta de higiene son las determinantes de la proliferación del mosquito. Solamente la conciencia colectiva puede hacer frente a esta amenaza”, agregó.
El más temido
En el año 1986, Blanco Fadol realizaba su tercer viaje de investigación por Asia para contactar a ciertas etnias que utilizaban instrumentos musicales que estaban cayendo en desuso. Por tal motivo el área de operaciones se extendía desde Tailandia, Birmania (actual Myanmar), parte de Bangladesh y de China, donde visitó regiones con amplia vegetación selvática y en pequeñas poblaciones.
“Me llamó la atención en Birmania que en todo el país exista solo una carretera pavimentada, por cierto llena de pozos, que obligaban continuamente a los autobuses -nuestro medio de transporte- a salir fuera del camino. Como toda zona húmeda, llovía copiosamente. En la ciudad de Chiang Mai, el rápido desborde del río inundó gran parte de la ciudad, hecho que sus pobladores veían como un suceso cotidiano, porque sin inmutarse, comenzaron tranquilamente a pescar desde las ventanas de sus casas o con el agua hasta la cintura, desde la calle”.
“En esas zonas no existe la conciencia colectiva de la prevención y la higiene destaca por su ausencia, por lo que se encuentran charcos de agua, recipientes y demás objetos que almacenan agua de lluvia, por doquier. Precisamente ahí estriba el origen del desarrollo del más peligroso enemigo del hombre: el mosquito. Muy poca gente sabe que este minúsculo e insignificante volador, ocasiona millones de muertes de seres humanos al año en todo el planeta”.
“Muchas veces cuando los periodistas me preguntan cuál es el animal que más temo cuando viajo por el mundo, jamás se me ocurre pensar en un tigre, una cobra, un alacrán como generalmente esperan, sino que el aparentemente insignificante mosquito portador de una inyección letal que puede llamarse malaria, paludismo, fiebre amarilla, dengue ..., es la bestia negra de un caminante”, afirmó.
“Pensé que mis
huesos iban a quedar
lejos de mi tierra”
Blanco Fadol estaba en Birmania, cerca del poblado de la etnia Karen, no lejos de la frontera con China, investigando el origen de algunos instrumentos musicales que estaban cayendo en desuso, cuando sintió los primeros síntomas del dengue. “Aproveché un descanso para subirme a lo alto de un árbol para ver el paisaje y tocar la quena. Unos niños nativos apasionados por el sonido del instrumento se subieron hasta lo alto del árbol, donde estaba tocando, para acompañarme y sentir la música en primera línea. Al día siguiente contraje el temido dengue, seguramente incubado en la ciudad de Chiang Mai donde como expliqué anteriormente no había ningún tipo de prevención para erradicar al mosquito”.
“El dolor de huesos, la fiebre y especialmente la falta total de apetito, hasta el punto de que solamente el pensar en un grano de arroz me producía arcadas, me debilitaron de tal manera que no había opción para trasladarme a algún núcleo poblado mínimanente civilizado. No recuerdo cuántos kilos perdí, pero podrían ser alrededor de 15 o 20 porque los pantalones me los ponía como si fueran polleras y los tenía que atar con una cuerda para que no se me cayeran. La sensación de malestar, debilidad y muerte era tan intensa que estaba convencido de que mis huesos iban a quedar blanqueando lejos de mi tierra”, afirmó.
“Recuerdo que estaba continuamente empapado y nunca supe hasta dónde llegó la temperatura simplemente porque no tenía termómetro. Al fin pude ver a un médico de Tailandia, que lo único que podía hacer era extraerme sangre y analizarla para comprobar los glóbulos blancos porque para el dengue --que quede claro-- no hay ningún medicamento como puede existir para la malaria. El dengue es una enfermedad viral que al igual que la leucemia produce una alteración en los glóbulos blancos, llegando a producir hemorragias que puede ocasionar la muerte, como les sucede a diario a miles de personas en esas regiones”, agregó.
Finalmente triunfó su resistencia física y pudo vencer la enfermedad y aunque la debilidad lo acompañó el resto del viaje, recuperó el apetito con rapidez siendo su obsesión “comer un asado”.
“Aunque llevaba dos meses en aquellas tierras, tenía intención de quedarme más tiempo, pero el dengue me hizo retroceder y regresar a España, por suerte bien provisto de muchos instrumentos musicales de gran rareza, para incorporarlos a los fondos del Museo de la Música Étnica”, recordó.
A poner el hombro, sanduceros
“Ojalá que esta amenaza que se cierne sobre Uruguay sea concebida de forma responsable por nuestro pueblo y que no suceda como en las regiones asiáticas que mencionaba, donde la dejadez y la falta de higiene son las determinante de que prolifere el mortífero mosquito. Me alegra saber la preocupación y las medidas de precaución de las autoridades sanitarias porque desde hace tiempo ponen trampas para larvas, controlan los puentes, hacen controles de depósitos de agua, etcétera , de lo cual me entero desde España a través de EL TELEGRAFO Digital”, dijo. No obstante, llamó a los sanduceros a traducir en acciones un compromiso efectivo y fuerte en la lucha contra el dengue. “Solamente la conciencia colectiva puede hacer frente a esta amenaza. Por eso es importante seguir las indicaciones que dictan los centros sanitarios y especialmente no dejar, como en Birmania, recipientes que puedan almacenar agua. Creo que ello no supone ningún esfuerzo, tan solo respeto al prójimo y a sí mismo. Ojalá que nuestra sociedad sea consciente de que se trata de una gravísima enfermedad, que una vez dentro, será muy difícil erradicarla, y que hace falta el hombro de cada sanducero para luchar codo a codo contra este flagelo”, puntualizó.
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