Paysandú, Domingo 26 de Abril de 2009
Deportes | 20 Abr Antecedentes hay un montón. Por lo general, el deportista deja la práctica profesional pero sigue vinculado a su actividad en diferentes aspectos. Muchos de los casos hablan de seguir ligado al deporte con el se vivió durante tantos años, mientras que otros dan fe de que se puede cambiar drásticamente de disciplina.
Mauro Blanc es uno de esos casos; es uno de los que hizo borrón y cuenta nueva. Por eso, no va a encontrar al último referente del boxeo sanducero, el que era capaz de convocar por sí solo a un número más que interesante de público, al lado de un ring. Si quiere verlo en acción tendrá que acercarse a algún ruedo, en esos donde las domas se traducen en una gran pasión.
Sí, Mauro Blanc dejó el boxeo para dedicarse de lleno a la práctica de las domas, deporte nacional. Pero mientras a cualquiera se le haría difícil asimilar ese “cambio de rubro” tan drástico, el ex campeón uruguayo asegura que más allá de que parezca imposible, las domas y el boxeo tienen varios puntos de contacto.
“Es una pelea diferente”
“Comencé en esto hace un año y medio. En ‘La Boleada’ me dieron para subirme, el caballo me sacó, pero me gustó muchísimo. Es una pelea, diferente a la que uno vivía arriba del ring, pero no deja de ser una pelea: el caballo pelea para sacar al jinete, y el hombre pelea para mantenerse arriba. Y uno siente mucha adrenalina, igual que en el boxeo”, dice.
Mientras relata aspectos de su nueva aventura, Blanc va contando los días que le faltan para volver al ruedo, de la misma manera que lo hacía previo a subirse al ring. “Voy a montar el 1º de mayo en Young, y el 10 vuelvo a ‘La Boleada’, justo para el día de mi cumpleaños (cumplirá 36 años). Esto me encanta y cada vez lo disfruto más”, dice quien se olvidó de los guantes de boxeo, pero no de esa sensación de subir al cuadrilátero, la misma que siente a la hora de subirse a un potro.
“Disfruto con esa adrenalina… Es igual a cuando te subís al ring, porque se siente un poco de nervios, aunque cuando estás arriba del ring o del caballo se te va todo. Es el momento en el que te traen el potro cuando sentís algo de nervios. Después salís con todo”, asegura quien se siente cómodo jineteando con recado argentino. “Es el que más me gusta. Es quizá más sencilla, pero es la monta más riesgosa porque el caballo puede voltearte para atrás y caerse encima. En esta monta no podés salir con las dos manos en las riendas, sino que tenés que empezar espueleando, palo y palo… Con recado uruguayo no ando mucho; es con recado para andar a caballo, bocado de rienda y poncho. Podés salir agarrado de las dos riendas los dos primeros saltos, pero después si usás las dos manos y no poncheás, perdés los puntos”.
“No voy ni a mirar”
Pero a medida que transcurre la charla uno puede darse cuenta de que la locura por las jineteadas no fue una alternativa a la otra, la del boxeo.
“Cuando boxeaba siempre decía que no quería quedarme con las ganas de subir a un potro. Y se dio: me gusta y no me resulta difícil, aunque está claro que hay mucha gente buena en esto”.
Mientras sigue proyectándose como jinete, Blanc asegura que hizo borrón y cuenta nueva con el boxeo, al que no está ligado en lo más mínimo. “Me retiré del todo… no voy ni a mirar. Será que estuve muchos años, y me cansaron las dietas, el entrenamiento profesional, el sacrificio. Lo de ahora me resulta un ‘chiveo’, una diversión y una forma de compartir una actividad con la familia. Además ya estaba desanimado. Después que se fue Balbis (José Tomás, su entrenador) sentí que no era lo mismo. Hice otras tres peleas pero me dije: ‘hasta acá llegué’. Preferí dedicarme a la familia, a los caballos…”, dice con un dejo de emoción.
“¿Qué me dejó el boxeo? Un recuerdo lindo. Gracias al boxeo tengo mi casa y por el deporte conseguí mi trabajo en la Intendencia. Y tengo el recuerdo de haber peleado por un título del mundo, algo con lo que todo boxeador sueña. Peleamos, viajamos… no me olvido más de esa pelea porque fue durísima. Se dijo que el tailandés me había roto todo pero nada que ver: me agoté mucho porque peleamos a las tres de la tarde y hacía mucho calor. Me tocó en el primero y segundo round, esperé la cuenta en las dos ocasiones para recuperarme, y después no me podía encontrar. Hacía cintura, pegaba y salía para que él siguiera de largo. ¡En una me llegué a reír arriba del ring porque no me encontraba! Pero al final Balbis optó por tirar la toalla porque estaba muy cansado y no me quería hacer golpear. Terminé entero, pero enojado porque no me gusta rendirme. Pero las diferencias eran muchas; cuando el tailandés entrenaba ocho horas por día, recuerdo que me bajé de la aplanadora de la Intendencia para viajar… Yo trabajaba 12 horas…”, recuerda para quien el boxeo es eso, un recuerdo.
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