Paysandú, Jueves 30 de Abril de 2009
Locales | 23 Abr El relato de los primeros días de los salesianos en Paysandú prosigue así: “Al día siguiente, domingo, predicó D. Allavena en la primera misa y D. Mazzarello cantó la segunda, entre la cual habló D. Lasagna, explicando a los oyentes el objeto de la venida de los Salesianos y el gran deseo que tenían de servir con celo y abnegación las necesidades espirituales de la ciudad y de la campaña. Por la noche hubo solemne vía crucis y luego otro sermón de D. Lasagna, breve, pero lleno de brío, y verdaderamente eficaz”.
“Tal actividad les granjeó las voluntades de los buenos, pero irritó más a los intolerantes enemigos de todo bien, quienes,viendo que solos no podían lograr su intento, maquinaron valerse de otras armas. Durante el solemne triduo que procedió a la fiesta de San José varios individuos acudieron en tropel a la iglesia, pero sin otro fin que el de espiar a los nuevos misioneros. La última noche después de la bendición, apenas cerrado el tabernáculo, estalló el alboroto y comenzaron los gritos de: ¡Abajo! ¡Mueran! Aglomeróse la gente en la plaza, donde se oía una tempestad de silbos, alaridos y amenazas de toda laya, una batahola infernal. Y como los misioneros para trasladarse a su humilde casita tenían que soslayar la plaza, no creyeron prudente salir y se quedaron en la iglesia junto al altar santo, dispuestos al sacrificio de la vida, si tal pugliese a Dios. Al cabo intervino la fuerza pública, 1ue a duras penas consiguió dispersar a los amotinados. Este imprevisto y feliz remate fue debido a Don Julio Muró, que en aquellos días no descansó un momento de velar por los misioneros, de defenderlos en las familias y en las reuniones, empleando su ascendiente con el Jefe Político para que no se les dejase expuestos a los desmanes y desafueros de los insensatos”.
“No satisfecho todavía, quiso dar con ellos una vuelta por la ciudad en coche descubierto, demostrando así en que estima y veneración los tenía. No es, pues, extraño que al día siguiente se haya podido celebrar con toda calma y solemnidad la fiesta de San José. Los Salesianos por su parte se holgaban de poder atestiguar de tal manera su reconocimiento al casto Esposo de María que de tan graves peligros los había salvado”.
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