Paysandú, Domingo 03 de Mayo de 2009
Deportes | 27 Abr Cada salida al agua es una fiesta como la vivida el fin de semana. No interesa si es cuestión de entrenamiento o competencia, Carlos Piedeferri disfruta como un niño más.
“El Flaco” no pasa desapercibido más allá de que trabaja en silencio, aunque rodeado permanentemente de los chicos que integran la escuela de Optimist del Yacht Club Paysandú, desde hace nada menos que 24 años “y pico”.
Ese “pico” hará próximamente que los 24 años se transformen en 25, es decir un cuarto de siglo preparando nuevos timoneles en el club náutico sanducero. Y no es poca cosa.
“Espero llegar a cumplir los 25 años en el club”, dice entre risas para afirmar que el festejo se vivirá en noviembre de este 2009. “Van a ser 25 años compartiendo muchas alegrías, ganando en muchos lados”, confiesa. “El Flaco”, que vive cada regata como si fuera un niño más, comenzó en 1984 con la aventura que significaría la escuela. “’Popa’ Parietti se preguntó por qué el club no tenía una escuela de vela, aunque ya había funcionado una que no anduvo. Estoy convencido que para esto tenés que nacer, porque necesitás mucha paciencia. ‘Popa’ me dijo que probara, comencé y parecía que había nacido para esto”, dice.
Hoy, casi 25 años después, Piedeferri confiesa que el secreto para mantenerse en vigencia es “tener paciencia y querer mucho esta actividad y a los gurises. Porque acá hacés de sicólogo, de mamá y papá. Es la única manera, porque estoy convencido que trabajar en el agua es diferente a estar en el pasto”.
Por sus clases ha pasado un número más que importante de chicos que se iniciaron en el deporte de las velas, que pese a lo que muchos puedan pensar es sacrificado, y trabaja en silencio. “Es cierto, hacemos todo en silencio. Es más, tratamos de hacer los recorridos frente a la playa Municipal, y la gente toma mate de espaldas al río. Nadie le da bolilla. Pero es un deporte hermoso, aunque sacrificado: acá hay sangre, sudor y lágrimas”, asegura.
Los recuerdos --incontables por cierto— reflotan con cada salida al agua. “Se me acerca gente que tiene 35 o 36 años, profesionales, que están en la marina, en Europa... Vienen, me abrazan y yo no sé quiénes son. Pero ellos no te olvidan, te siguen queriendo y eso es impagable”, dice quien podría llenar una habitación con los trofeos logrados a lo largo de estos casi 25 años de actividad, en los que se ha brindado por entero no solo a sus pequeños navegantes sino al río, del que ya forma parte.
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