Paysandú, Martes 05 de Mayo de 2009
Locales | 03 May Un debate político
con marco educativo
Sin dudas, uno de los grandes temas abordados por el actual gobierno, ha sido el de la reforma de la Ley de Educación, con el cual ha logrado movilizar al pueblo oriental. Bajo la égida de la Comisión Organizadora del Debate Educativo, el pueblo todo se reunió en su momento a lo largo y ancho del país en asambleas, para analizar y discutir el tema. Este proceso de debate popular arribó a su pináculo con la celebración del Congreso Nacional de la Educación “Maestro Julio Castro”, de donde surgieron conclusiones y propuestas, las cuales se remitieron al gobierno con la esperanza de que fueran tenidas en cuenta en la elaboración de la nueva ley de Educación. Conocido más tarde el proyecto de esta ley elaborado por el gobierno, ya elevado incluso al Parlamento para su consideración, los gremios de la educación, principales interesados en los resultados de este proceso, encuentran que no contempla prácticamente en nada sus conclusiones y propuestas emanadas del Congreso, y se manifiestan decididamente en contra.
El hecho resulta, seguramente, en la causa fundamental por la cual la consideración parlamentaria, donde el gobierno tiene mayoría absoluta, nunca llega. Todo parece indicar que sería un suicidio del gobierno aprobar una ley que cuenta con el rechazo de los gremios de la educación. Sobre la base de los acontecimientos, el Debate educativo encierra a nuestro entender un problema grave que tiene que ver con el hecho de que todos aquellos ciudadanos que no pertenecen a los gremios de la educación y que acudieron al llamado del gobierno para debatir, lo hicieron en el entendido de que lo que se debatiría serían aspectos académicos y pedagógicos de la educación. Lejos de esto, la reforma de la ley de Educación, con el Debate educativo que la precedió, constituyen a la luz de los hechos, un tema de carácter netamente político. Y ya ni siquiera de política en sentido estricto, sino lo que es aún peor, de política partidaria de distribución del poder dentro de la enseñanza, con la consecuente repartija de cargos entre los distintos actores y sectores en pugna.
Lo que es y podrá ser la política educativa si no se ciñe a lo pedagógico, nosotros, francamente, no lo entendemos. Si lográramos entenderlo, difícilmente podríamos justificarlo. Que se haya movilizado al pueblo todo bajo la consigna de un Debate educativo, que éste entendió referente a lo pedagógico cuando en definitiva lo que se buscaba era legitimar con su presencia la futura reglamentación de cómo habrán de distribuirse en adelante los puestos de poder dentro de la enseñanza, resulta un insulto al soberano. Que en caso de legitimarse este proyecto de ley, un docente o un estudiante ya maduro, se apoye en reacciones transitorias para erigirse en caudillo o en apóstol de las masas docentes o estudiantiles y alcanzar así una banca en el Consejo, resulta una puerilidad, al no constituir sino una lamentable agitación momentánea.
La política en los ámbitos educativos nunca fue útil. Ni la oportunidad ni la necesidad reclaman la política en medios tan puros. Y si los altos intereses de la cultura, que se elevan y se prestigian por su misma significación, llegan a contaminaciones peligrosas, perderán en autoridad lo que ganen acaso en popularidad. Y entre la autoridad y la popularidad no hay dilema posible tratándose de la enseñanza. No ha de exigirse la uniformidad en el pensamiento educativo, ni sería discreto establecer entre los actores de la enseñanza divisiones políticas, porque la política supone fatalmente la pasión, y la pasión mataría o amortiguaría lo preferente, que es el estudio. Esperamos que al talento y a la sensibilidad de la juventud, esencia renovadora y pilar del futuro nacional, no pasen inadvertidas nuestras sugerencias. El gobierno tiene las mayorías parlamentarias necesarias para impulsar reformas como la que aquí se trata, que reduce la educación a un asunto político, separándola de su esencia pedagógica.
Nosotros desde nuestra posición, continuaremos trabajando a fin de que no se forje, sin embargo, en la contumacia dañosa, una costumbre o un sistema y sobre tal posibilidad, sin acritudes, respetuosamente, llamamos por este medio la atención. Lic. Martín Appratto Mathisson
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