Paysandú, Miércoles 06 de Mayo de 2009
Opinion | 30 Abr La conmemoración, el martes, del Día Mundial de la Salud y Seguridad Laboral, encontró a nuestro país con luces y sombras en la materia, pues mientras por un lado contamos con una legislación que puede catalogarse como de avanzada, ello no ha obstado para que las estadísticas pongan de relieve que aún hay mucho por hacer.
Ahora, en éste como en tantos otros órdenes, se pone de manifiesto que no alcanza con legislar para que las cosas se solucionen, sino que eso es solo una parte de la problemática en un país en el que sobran leyes hasta en los aspectos más inverosímiles, pero que son desvirtuadas por la realidad, se cumplen a medias o directamente no se cumplen.
Es que mientras por un lado se legisla al por mayor, por otro se ponen de manifiesto agudas carencias en controles y fiscalización, así como en sancionar las anomalías detectadas. Además, como es parte de nuestra idiosincrasia, nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena, y lo que es peor, solo mientras dure el trueno, porque al rato ya nadie más tiene en cuenta el episodio y se tiende sobre éste un piadoso manto de olvido.
De acuerdo a estadísticas oficiales, en el período 1997-2008 se registraron 386 accidentes de trabajo en el sector industria, comercio y servicios, 344 en la construcción y 42 en la actividad forestal. En ese mismo período hubo 121 accidentes mortales en la industria y comercio, 99 en la construcción y 25 en la actividad forestal.
Los números fríos no pueden reflejar, por supuesto, el drama familiar y dolorosas situaciones sociales, tanto en pérdida de vidas como de invalidez o incapacidad parcial o total que conllevan los accidentes laborales, y menos aún registran el común denominador de que la enorme mayoría de estos episodios pudieron haberse evitado con simples medidas de prevención y concientización, tanto del empleador como del trabajador. y sobre todo por una disposición al control de los organismos del Estado, que generalmente brillan por su ausencia.
En oportunidad de conmemorarse el Día Mundial de la Salud y Seguridad Laboral, la sala de actos de EL TELEGRAFO fue escenario de una conferencia ofrecida por los técnicos prevencionistas en seguridad e higiene ocupacional de Paysandú, que formularon una puesta al día sobre la situación en nuestro departamento y en base a los datos y elementos de juicio que manejan, manifestaron su preocupación sobre el déficit en condiciones de seguridad que se da en distintos órdenes, a la vez que destacaron que debe tomarse conciencia sobre la necesidad de trabajar en la prevención.
Y por cierto que toda medida de prevención que se adopte nunca está de más, desde que un accidente puede ocurrir en las circunstancias más inverosímiles, cuando se conjugan la distracción, el exceso de confianza y a menudo factores fortuitos que conforman la masa crítica para que se desate. Pero en promedio no se necesitan tantas circunstancias fortuitas, sino que las carencias de elementos de seguridad son el disparador para que inevitablemente llegue el momento del siniestro que puede segar una vida, generar secuelas a veces de por vida y también pérdidas materiales que pueden provocar el cierre definitivo de una fuente de trabajo.
Los técnicos sanduceros evaluaron que “las condiciones de trabajo en nuestro país están cobrando muy caro fallas que tenemos a nivel de empresas, de trabajadores y de organizaciones, muchas veces por falta de compromiso hacia el mantenimiento de una mejor calidad de vida”, lo que resume en buena medida parte de los conceptos que hemos transmitido en relación con un tema al que generalmente los uruguayos solo parece preocuparnos cuando nos toca de cerca y por supuesto, cuando ya ha pasado el tiempo de hacer algo para evitar la tragedia.
Uno de los grandes problemas que caracteriza además nuestra idiosincrasia es precisamente el alto grado de informalismo en las actividades laborales, en las que los controles brillan por su ausencia, no hay conciencia sobre la seguridad laboral y muchas veces también se trabaja en medio de serias limitaciones económicas, por lo que las inversiones en equipamiento de seguridad pasan a segundo plano.
De ahí la necesidad de intensificar la tarea de concientización y de contar con una mayor participación de los organismos del Estado en controles y en la formación de técnicos que asesoren a empresas. Pero sobre todo, debe asumirse la responsabilidad colectiva y personal que ha estado ausente demasiado tiempo, ante un problema que es mucho más grave que lo que se pueda pensar y del que nadie está a salvo, cualquiera sea su actividad laboral.
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