Paysandú, Jueves 07 de Mayo de 2009
Opinion | 03 May Durante su visita a Paysandú el precandidato José Mujica subrayó que uno de los graves problemas del Uruguay que lamentablemente no podrá revertirse en el corto plazo y menos aún fácilmente, es el déficit cultural, que entre otros aspectos significa tener una Universidad “acampada” en 18 de Julio y Eduardo Acevedo, de Montevideo, sin una eficaz descentralización y puesta al día en cuanto a igualdad de condiciones con el Interior.
A la vez trajo a colación el ejemplo de Nueva Zelanda, un país de similar contexto productivo que el Uruguay, solo que en esa nación existen diez universidades, que desarrollan además amplia actividad en el plano de la investigación. Por supuesto que no se trata de diez universidades estatales, sino que hay allí una competencia por la calidad y la excelencia en la enseñanza terciaria, donde además a nadie se le ocurre siquiera pensar que puedan cursarse carreras gratuitas para todo el mundo, sin importar sus ingresos.
Pues bien, en Uruguay seguimos dándonos el lujo de la miseria de la gratuitad absoluta en la Universidad estatal, montevideana por excelencia, y a la vez injusta y discriminatoria por donde se le mire, desde que impone que todos los uruguayos debamos financiarla, guste a quien guste, cueste lo que cueste y sin importar cómo se invierta la plata.
La Universidad se mantiene aferrada a los viejos conceptos estatistas de principios del siglo pasado, pretendiendo erigirse en un ejemplo de igualdad de oportunidades que se apoya en la gratuidad y el libre ingreso, cuando precisamente lleva al extremo supuestos preceptos principistas que no hacen otra cosa que transferir a todos los uruguayos el sostener una matrícula excesiva de estudiantes montevideanos en desmedro de los del Interior, y con una amplia mayoría de ellos procedentes de familias pudientes que están en perfectas condiciones --y deberían-- de solventar sus estudios, para mejorar las becas de quienes no cuentan con ingresos suficientes.
En cambio, quedan fuera de la posibilidad de estudiar cada año decenas de miles de jóvenes del Interior, que pese a la supuesta gratuidad de los estudios, no están en condiciones de asistir a estos cursos por la imposibilidad económica de hacerlo, por más becas --siempre insuficientes-- que se instrumenten a través del Fondo de Solidaridad. Y es que las autoridades universitarias de los tres órdenes mantienen a rajatabla su histórica postura de situarse en el Olimpo de la cultura nacional, por encima del bien y del mal, abusando de un concepto de autonomía que ha sido desvirtuado al extremo de adoptar decisiones delirantes aunque ello signifique seguir trasladando costos a toda la sociedad, sin contraparte de beneficios.
Una de las últimas perlas de esta visión fue la decisión de no cobrar los cursos de posgrado que imparte, porque según el rector Rodrigo Arocena, la ley General de Educación impide a esta institución cobrar por sus cursos. Evaluó que según esta norma queda establecida la gratuidad de la enseñanza de modo similar para todos los niveles de la educación formal, es decir inicial, primaria, media básica, media superior, terciaria, de posgrado, pero aclaró que tampoco la Universidad quiere cobrar matrícula, aunque estuviera habilitada para hacerlo. No puede sorprender esta “generosidad” en el uso del dinero que ponen todos los ciudadanos, para financiar que los jóvenes de Pocitos y Carrasco cursen estudios universitarios gratis, mientras los de Artigas, Rivera o Paysandú no puedan hacerlo pese a esta supuesta gratuidad, si tenemos en cuenta que para no devolver dinero a Rentas Generales la Universidad gastó 250.000 dólares en la compra de asientos para el Paraninfo.
Ahora se plantea extender esa gratuidad a los cursos de posgrado, aunque desde ya cabe preguntarse de qué manera se financiará la contratación de docentes, muchos de ellos extranjeros, para el dictado de cursos y especializaciones, porque por más solidaridad que se argumente, difícilmente vengan desde sus países a trabajar sin cobrar para hacer causa común con la Universidad de la República.
Pero, ¿por qué preocuparse? La plata va a aparecer, para seguir financiando el reino de la felicidad absoluta, del todo gratis, de la multiplicación de los panes y los peces. Y esté seguro el lector de que ese dinero va a seguir saliendo de los bolsillos de todos los uruguayos, aún de aquellos del Interior profundo cuyos hijos jamás van a poder pasar siquiera por la puerta de la Universidad con “campamento” en el centro montevidenao, como dijera el precandidato oficial sin hacer mucho más al respecto.
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