Dogomar Martínez

Deportes | 07 May BUENOS AIRES (enviado especial). Con 14 años fue campeón nacional, a los 17 campeón rioplatense y con 18 campeón sudamericano. Boxeador olímpico (1948) representando a Uruguay, quizá la pelea más recordada cuando se nombra a Dogomar Martínez es aquel combate frente a Archie Moore, el campeón mundial estadounidense que en el Luna Park no pudo derrotar al boxeador uruguayo que resistió ante 30.000 personas.
El combate, el mismo tras el que el campeón le dijo a Martínez que él debería ser campeón del mundo, fue la excusa para que en el Luna Park se reconociera la trayectoria del ex púgil uruguayo, que observó emocionado las imágenes proyectadas en las dos pantallas gigantes del mítico escenario porteño, antes de recibir una plaqueta recordatoria.
“En julio voy a cumplir 80 años, y hace 56 años (12 de setiembre de 1953) fue esa pelea con Archie Moore”, dijo apenas bajado del cuadilátero, apretando fuerte entre sus manos la plaqueta recordatoria.
“Esto es algo inolvidable, un recuerdo muy grato que me han entregado por el combate con Archie Moore, que me ha dado y me da muchas satisfacciones. Han pasado 56 años, muchas anécdotas, pero la gente todavía se acuerda de ese momento. Yo recuerdo cuando me dijo que tenía que ser yo el campeón del mundo, es algo que lo repito en más de una oportunidad. Después (Moore) estuvo a los 20 años en Uruguay para hacerme un homenaje”, comentó.
“Para mí el boxeo es lo más grande que hay. Es un deporte muy sano, que da muchas satisfacciones. Tenía 12 años y pesaba 42 kilos, así que mi hermano me llevó al gimnasio a hacer ejercicio porque estaba muy debilucho. Al año había aumentado 21 kilos, y a los 14 salí campeón. Y ahí comencé mi carrera, que me dio una satisfacción enorme, fui campeón sudamericano y he peleado con varios campeones del mundo. Para mí todo esto es un privilegio. Y en este momento me sigue dando satisfacciones el boxeo, con este obsequio que me llena de orgullo”, dijo quien sigue vinculado al deporte de los puños en todo aspecto, siendo –entre otras cosas—quien toma el examen de pasaje de amateur a profesional.
Dogomar tuvo tiempo de contar el por qué de su nombre, anécdota que no por conocida deja de ser jugosa y que refleja la admiración del Uruguay por el “Dogo”. “Mi padre fue a inscribirme con el nombre de Omar Martínez, pero dijo: ‘vengo a inscribir a don Omar Martínez’. El era español y con su voz gruesa, el escribano entendió Dogomar. Como yo era el tercer hijo que tenía mi padre, agarró el documento y lo guardó, sin fijarse nada. Cuando me van a sacar la cédula nos enteramos que me llamaba Dogomar. Al principio fue un disgusto, pero hoy en día tengo un montón de tocayos: hay unos cuantos Dogomar Martínez”.