Paysandú, Jueves 14 de Mayo de 2009

Opiniones

La voz del público

Locales | 13 May La mala educación
Sin dudas, uno de los valores fundamentales de una sociedad, es tener una educación de buena calidad. Sin embargo en el Uruguay, cuando se aborda el tema de la educación, la discusión suele centrarse casi exclusivamente en el bajo presupuesto que se le asigna, soslayando el aspecto esencial, que es la calidad. Y el hecho no debe extrañar. El debate educativo nacional tuvo como temas centrales los aspectos políticos de la educación, relegando los pedagógicos y académicos.
Reclamar un mayor presupuesto para la educación debe estar sustentado en la buena calidad del trabajo docente, el cual se mide en función de la calidad (no de la cantidad) de los egresados. Resultados históricos obtenidos por la región en pruebas internacionales de evaluación de la calidad de la enseñanza, tales como el TIMSS (Tends in International Mathematics and Sciences) del EIA (The International Association for the Evaluation of Educational Achievement) y del PISA (Programa Internacional de Evaluación de Estudiantes) de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), muestran que el sistema de enseñanza de la región, incluido el Uruguay, es efectivamente muy malo. De los cuarenta países participantes en el PISA 2003, tres países latinoamericanos (Brasil, México y Uruguay) ocuparon los lugares 40º, 37º y 35º respectivamente en la prueba de matemática, y obtuvieron resultados parecidos en las pruebas de lectura y ciencias. Magro. Para el caso específico de la Matemática, la educación uruguaya ocupó el número 35 entre 40. Pésimo. Y la situación no es muy diferente para el caso de la lectura y las ciencias.
La situación parece mantenerse incambiada. Una reciente publicación de la prensa del Sur italiano, compara la baja calidad de la educación en esa zona de Italia, con la de Tailandia y Uruguay. Triste. Sobre esta base, entendemos que aquellos educadores, legisladores y muchos padres y alumnos que siguen haciendo hincapié en los aspectos económicos del tema, aún no han comprendido que quien distribuye dinero, lo hace (o debería hacerlo) basándose fundamentalmente en la calidad del producto en el que va a invertir. Por lo tanto, quien aspira a que le asignen mayores recursos económicos que aquellos con los que cuenta para el desarrollo de una actividad, debe primero mostrar que su producto es de buena calidad. Es decir, que amerita la inversión que se reclama. “En el mundo de los negocios, no se le paga a los vendedores que no venden”. Pero hete aquí la piedra en el zapato de la educación uruguaya: el producto que ofrece (léase sus egresados), es cada día de peor calidad.
Y las causas de esta situación es posible encontrarlas en hechos desligados del aspecto económico, como es la realidad de los institutos de formación docente, donde lo que se enseña a los futuros docentes son teorías abstractas, mucha filosofía mezclada con ideología y mucha ideología obsoleta, además de enseñar mal los contenidos que los futuros educadores deberán enseñar. Sumado a esto, también contribuyen a la mala calidad de la educación nacional, factores tales como el elemental contenido académico de los programas, la desarticulación de los planes de estudio, las absolutamente permisivas reglas de comportamiento y de control de la asistencia y el bajísimo nivel de exigencia de las evaluaciones.
Reclamar mayores recursos económicos para la educación, argumentando que es la falta de dinero el obstáculo a salvar para obtener una educación de mejor calidad, resulta un argumento inaceptable. Los chinos son mucho más pobres y tienen una educación seria y los coreanos eran más pobres cuando crearon su sistema educativo y el mismo es hoy de un altísimo nivel. Además en el Uruguay, los profesionales universitarios, que fueron uno de los pilares sobre los que se cimentó la obra educativa nacional de mejor calidad académica a nivel de secundaria, son en la actualidad desplazados de este sistema educativo, al no valorarse prácticamente en nada su titulación universitaria. Hoy en día, cualquier egresado de cualquier instituto de formación docente que aspira a dictar Matemática, obtiene más puntaje que un ingeniero civil en los llamados a ocupar cargos docentes de dicha asignatura en secundaria.
En contraposición con nuestra realidad decadente, en los Estados Unidos, existen experiencias que consisten en darle primas financieras a los graduados universitarios que firmen contratos con las escuelas. Pero en el inefable caso de la educación uruguaya, el asunto va incluso más allá. En el Uruguay, la educación además de ofrecer un producto de mala calidad, lo cual no amerita que se le incremente el presupuesto, tampoco sabe qué hacer con el dinero que ya se le asigna. En este sentido, vemos que el Ministerio de Educación y Cultura, apenas ejecutó el 62% del dinero que el Parlamento le había asignado para el año 2006 en el rubro inversiones. Este hecho evidencia contundentemente que aún siendo poco el dinero que se le asigna, la educación uruguaya no sabe qué hacer con él.
Y el asunto da para más, ya que dentro de ese 62% del dinero que se ejecuta, deben tenerse en cuenta los despilfarros presupuestales, los gastos equivocados y las planillas infladas de las burocracias educativas, que solo generan resultados decepcionantes. Si una empresa privada fuera administrada como una escuela pública, quebraría en un par de semanas. Y a no dudarlo amigos. Porque finalmente, todo se reduce a un problema de calidad. Necesariamente habrán de comprender un día quienes aún no lo han hecho, que primero deberemos egresar ciudadanos egregios a la luz de las velas, para exigir luego con fundamento sólido e incuestionable, más dinero para iluminar los libros con faroles y finalmente, más aún para iluminarlos con luz eléctrica. De nada nos sirve reclamar primero la luz eléctrica, si a nadie le interesa un comino leer un libro. Va en esto el valor de la democracia como sistema de gobierno, ya que si aquellos que eligen a nuestros gobernantes son en su mayoría ciudadanos mediocres, el gobierno que tendremos representará la mediocridad. Y todos quienes valoramos la calidad intelectual, sabemos que esto es inaceptable. Lic. Martín Appratto Mathisson


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