Locales | 15 May Seguramente la diversión de los gurises la podemos imaginar de mil formas y maneras. Desde los clásicos juegos con pelota, hasta una inagotable variedad de actividades recreativas que mantiene lo suficientemente inquietos a quienes solo desean divertirse. Es el caso de tres muchachitos que desde muy temprana edad encontraron, a través de la música, el estímulo perfecto para dar rienda suelta al canto ejecutando un instrumento de cuerdas o de percusión.
En uno de esos cruces que tenemos durante la semana, en procura de rescatar historias de nuestro interior departamental, encontramos en la Feria de Parada Esperanza a estos pequeños artistas en plena actuación, ante un entusiasta público que efusivamente acompañaba con palmas sus destrezas artístico--musicales. Santiago, Felipe y Agustín integran, desde hace unos cuatro años, Los Merelitos. Una banda musical de preadolescentes, que a muy temprana edad encontraron su predilección por la música.
El grupo está formado por Santiago Pérez (12) en guitarra, Felipe Pérez (10) en teclados y Agustín Lanterna (16) en batería. De variado repertorio, comenzaron a practicar sus respectivos instrumentos a muy temprana edad en la Escuela de Música de Paysandú. Confesaron que no tienen grandes planes para el futuro y que por el momento es solo entretenimiento y recreación. En cierta forma son los propios ensayos los que se transforman en improvisados recitales en sus entornos familiares, recreando por las noches una variada selección de temas musicales. Santiago, el más conversador del grupo, aseguró que “si bien cantan y tocan de todo un poco, son amantes del rock and roll”.
Quizás en un futuro estos escenarios rurales convoquen a estos inquietos pequeños músicos. Por el momento solo visitan con cierta frecuencia el campo de sus padres, por la zona de Paso Guerrero, sobre el kilómetro 11 de la ruta 90.
Definitivamente grato fue observar la naturalidad y simpatía que estos pequeños artistas demostraron durante el tiempo que les llevó hacer su espectáculo. Frescura propia de niños que aprovechan la oportunidad para demostrar lo que saben hacer sobre las tablas.
Tanto en el montaje como en el desarme, contaron con el apoyo de sus padres, que en este caso y al igual que ocurre en una banda profesional, oficiaron de “plomos” para que los chicos no estropearan sus ropas de artistas.