Paysandú, Domingo 17 de Mayo de 2009
Opinion | 11 May La ministra del Interior, Daisy Tourné, por fin admitió que se están viviendo distintos casos de violencia de adolescentes. Como la gran mayoría de los uruguayos, se mostró preocupada por la violencia que existe en la sociedad y aseguró que si bien el rol de la Policía es conservar el orden, debe haber una responsabilidad compartida con la sociedad.
Tourné afirmó que se espera la colaboración de padres, centros educativos y la sociedad en su conjunto para no tener mayores sucesos violentos. Recordó uno ocurrido a finales de abril en la sede de la Escuela Técnica de Artigas, donde un grupo de adolescentes ocasionó destrozos en el centro de estudios y se enfrentó con efectivos policiales.
“Para evitar males mayores nos parece que lo mejor es comunicarnos con la población para decirles que hay responsabilidades compartidas. Seguramente estos jóvenes que los usamos como un ejemplo de un síntoma, tienen madre y padre, familia, y creo que debemos exhortar a la responsabilidad adulta en estos casos y no lamentarnos después”, dijo.
Señaló también que la inexistencia de límites es perjudicial en una democracia, ya que afecta al desarrollo de niños y adolescentes, y quienes deben poner esos límites como garantía a la libertad de los jóvenes, son los adultos. “La inexistencia de límites es muy perjudicial en una democracia. Tomémoslo como una alerta para todos los ciudadanos que colaboren para lograr una convivencia democrática”, afirmó.
El primer lugar donde el niño recibe instrucción es el hogar. Allí debe conocer el respeto y los límites, que luego irá aplicando en el centro de estudio y en cualquier lugar donde esté. Los padres son los primeros y principales responsables de que sus hijos conozcan límites y valores. Si ellos no se ocupan de dárselos, ni maestros ni autoridades podrán inculcarlos, a pesar de que suela hacérselos responsables cuando niños y adolescentes actúan de forma violenta.
Que los padres marquen límites además de dar a sus hijos el amor y los cuidados que todo niño necesita, evita problemas como el ingreso de los menores al tristemente famoso grupo de los infractores, lo que repercute negativamente en el hogar y en la sociedad toda. Pero además, disminuye enormemente las posibilidades futuras del menor, que a medida que crece va perdiendo las posibilidades de corregirse.
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