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Paysandú, Domingo 17 de Mayo de 2009

Un desastre

Opinion | 17 May Si una empresa realiza un llamado para cubrir cargos vacantes y ninguno de los aspirantes pasa las pruebas por no estar adecuadamente calificado, seguramente tendrá un problema. El asunto seguramente será mucho, pero mucho peor, si de un organismo de la administración pública se trata, puesto que se habrá gastado mucho tiempo, dinero y largos trámites burocráticos para luego quedar con las manos vacías y con la misma necesidad de personal que antes.
Algo así le pasó al Senado de la República con su llamado a contratación de taquígrafos, cargo para el que se ofrecía un sueldo de aproximadamente 27.000 pesos mensuales.
Durante varios días los medios de comunicación capitalinos informaron que el sitio web del Parlamento había colapsado por la cantidad de personas que se estaban registrando. Ahora bien, de los 3.600 aspirantes que se inscribieron para el cargo de taquígrafos, ninguno quedó seleccionado y ahora la Cámara Alta parlamentaria analiza si realizará un nuevo llamado y bajo qué condiciones.
El asunto fue que entre todos los inscriptos se sortearon 150 personas a las que se les tomaría una prueba. De ellos, solo 11 se presentaron al examen. Y la primera etapa --que consistía en escribir 45 palabras por minuto-- solo fue salvada por una mujer que, dicho sea de paso, no aprobó la segunda instancia examinatoria.
Desde el Senado se informó que ese primer examen consistía en una sencilla prueba de dactilografía, con un nivel mínimo acorde a lo exigido en una academia. Se explicó también que el método elegido para cubrir la vacante --sorteo y luego prueba-- se utilizó porque en el país no existe un registro de taquígrafos, ni un título oficialmente reconocido que permitiera saber quiénes de los más de 3.000 que se presentaron lo eran realmente.
Evidentemente mucha gente se anotó alentada por el sueldo ofrecido, pero sin tener las condiciones mínimas imprescindibles para cumplir la función. La pregunta es: si todos los anotados fueron a sorteo ¿cuántos verdaderos taquígrafos ni siquiera habrán podido llegar a la prueba por la simple razón de no haber salido sorteados?
El ejemplo del llamado del Senado muestra claramente que los seguramente muy pocos verdaderos taquígrafos que se presentaron al llamado quedaron afuera por no haber tenido la buena fortuna de salir sorteados y entre los que sí quedaron, ninguno era taquígrafo.
Esta simple razón invalida el método de selección utilizado y el caso debería servir como antecedente aleccionador para otras convocatorias similares. Habrá entonces que estudiar la forma de asegurar que quienes se inscriban cuenten con las condiciones mínimas, de manera de establecer reglas de juego más justas y, a la vez, efectivizar y agilizar los procesos de la administración pública.


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