Paysandú, Martes 19 de Mayo de 2009
Opinion | 13 May El Plan Ceibal es quizás el programa más significativo que ha implementado el gobierno del Frente Amplio durante los cuatro años que lleva en el poder. Al respecto nadie duda la importancia y el impacto positivo que tendrá en nuestra sociedad en los próximos años, al acercar las nuevas tecnologías de la información a todos los niños en edad escolar sin distinciones.
El brindarle una computadora portátil a cada alumno en las escuelas públicas no solo reduce la “brecha digital” sino que democratiza la información y el acceso a la tecnología, ya que aún los sectores de la sociedad con menores recursos cuentan ahora con una herramienta informática en el hogar. También merece ser destacado el hecho que este plan fue implementado en tiempo récord, y que Uruguay es el primer país del mundo en que se instrumentó para todo el universo de los estudiantes del sector público. Esto significa un gran desafío puesto que no hay referencias ni referentes de cómo desarrollar un plan de esta envergadura, por lo que nuestro país de hecho se constituyó en un laboratorio internacional al respecto, con los ojos de todo el mundo enfocados en los resultados que se obtengan.
Por eso es que resulta indispensable prestar especial atención a algunas luces amarillas que se encienden, de acuerdo a la información que surge de las organizaciones de apoyo al Plan Ceibal. Estas refieren al alto número de máquinas bloqueadas o rotas por uso incorrecto o descuidos, que en algunos centros educativos alcanza al 90%, de acuerdo a lo manifestado por el técnico Bosco Aries, de Rap-Ceibal.
El problema que se podría presentar es que si realmente se pretende insertar la computadora en los planes de estudio, será imprescindible que el alumno cuente con ella. Pero si esto está ocurriendo a poco más de un año de entregadas las unidades ¿qué sucederá dentro de tres o cuatro años, cuando las máquinas fueron pensadas para durar todo el ciclo escolar? Por supuesto que habrá alternativas, quizás por la vía de reponer las unidades dañadas, o analizar la conveniencia de entregarlas a niños de edad tan temprana, cuando todavía ni siquiera dominan el lenguaje escrito. Por otra parte, aún no está claro el uso que debe dársele dentro del aula, y el grado de avance hoy depende en mayor medida de las virtudes de los maestros y sus alumnos.
Convendría entonces confeccionar una guía básica curricular para que no se abra una nueva brecha virtual entre los que cursaron con maestros que aprovecharon la herramienta y los que lo hicieron con otros que no supieron desarrollar su potencial. Sin duda estos son algunos de los puntos a considerar urgentemente, para potenciar el éxito del Plan Ceibal.
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