Paysandú, Martes 19 de Mayo de 2009

HISTORIA

1925 “Una aventura electrizante” (II)

Locales | 15 May El relato del colaborador anónimo del álbum publicado en 1957 con motivo de los cincuenta años de Guichón, finaliza expresando textualmente: “Apareció Doña Isabel y a ‘sotto voce’ le expliqué, que si no era molestia ni mayor trastorno y no estaba ocupado el Doctor se me permitiría ver el ‘fenómeno’. Introducido en la casa, mi impulso inicial no fue saludar al dueño como correspondía; simplemente le tendí la mano apresuradamente, como por cumplimiento. Mi atención estaba absorbida por el motivo fundamental de la visita. Mi vista recorría ansiosamente todos los rincones… Expresado de nuevo mi deseo, Pazos sonrió complaciente y me introdujo en la sala de los misterios. Estaba allí mudo, inmutable… tomé asiento, haciéndolo a su vez el dueño de casa frente al ‘ropero’, como quién va a tocar el piano, y comenzó a mover las perillas”.
“Yo no respiraba casi de emoción, paladeando ese momento sublime, de un deseo casi cumplido. A Pazos lo veía majestuoso, manejando las perillas, que se me ocurrían las teclas de un piano acariciadas suavemente”.
“Mi tensión nerviosa iba en aumento esperando el misterioso imprevisto del acontecimiento. Los nervios atenaceaban mi garganta, ahogándome. Sentí ganas de toser. Pero ¿cómo romper ese instante sublime, solemne, extraterrenal, con una manifestación tan prosaica, tan propia de los terráqueos? Vencido, tosí. Una tos, que a fuerza de imaginación la creí inaudible, tenue… El Dr. Pazos no fue de la misma opinión, pues se dio media vuelta y me miró con una expresión inequívoca, desconcertante, y siguió luego concentrado en su manipuleo”.
“Estático, ahora, esperaba aún el ansiado momento”.
“Era otro mueble más en aquella pieza. De pronto, como de ultratumba, surgieron unos silbidos finitos; se hicieron más agudos aún y al final alternaron con unos profundos ronquidos incoherentes, inexpresivos. Todo había sucedido en contados segundos. Después, nada. Nada de nada. El Doctor, insistiendo, movió nuevamente las perillas pero con idéntico resultado. Eso era todo. Con sonrisa triunfal el Doctor termina de anestesiarme diciéndome:”
“--Hoy se oye muy bien porque no hay estáticos…”.


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