Paysandú, Miércoles 20 de Mayo de 2009

Para no recaer en causas que llevaron a la crisis

Opinion | 20 May Un análisis muy ajustado a la multiplicidad de causas que dieron lugar a la “burbuja” de precios y valores que desembocó en la crisis financiera internacional apunta más bien a compartir responsabilidades que a centrarlas en un solo país o a una sola conducción económica, fundamentalmente Estados Unidos, aunque no pueda obviarse que durante muchos años fue manifiesto un consumo exacerbado y despilfarro en el país del Norte que obró como impulsor de una distorsión que ha llevado a la crisis.
No se trata, por supuesto, de una crisis del sistema capitalista en sí, sino de instrumentos, porque a partir de la irrupción del marxismo y el socialismo real, y su estrepitoso derrumbe por su inviabilidad, no han quedado paradigmas alternativos en el mundo, y por supuesto, el caso de Cuba para lo único que sirve es para poner de relieve que es posible todavía postergar durante décadas la aceptación del fracaso más rotundo, para morir abrazados a las ideologías desterradas de todos los rincones del mundo.
Por lo tanto de lo que se trata es de determinar dónde radicaron los errores, quién los cometió y por qué, y en lo posible hacer que la economía mundial se pueda desenganchar de las crisis en determinados países, por mayor tamaño que tengan sus economías.
Estados Unidos es señalado como desencadenante de la crisis, pero ello solo fue posible porque todo el circuito económico-financiero mundial estaba “prendido” en el juego, sin tener presente la necesidad de crear condiciones que permitieran blindar al resto del mundo de los problemas o por lo menos establecer compartimientos estancos, como en un barco, para evitar que la nave se venga a pique.
En un análisis del economista internacional Carlos Steiner, para la revista Economía y Mercado, del diario El País, éste considera que “en realidad, nadie pensó la magnitud real de lo que se venía, porque todo el mundo participaba de la fiesta. Unos más, otros menos, incluyendo las economías emergentes, tuvieron un quinquenio de desempeño estelar”.
Este es precisamente el tema, porque el que más el que menos se ha beneficiado con esta burbuja de precios, de consumo e inversiones, sin advertir que todo este esquema podría venirse al suelo como un castillo de madera con sus cimientos carcomidos por las polillas.
Sin dudas que Estados Unidos desde hace muchos años ha encapsulado, sin dar cuenta a nadie, su propia visión de como deben emplearse los recursos naturales y recrear el consumo sin tener en consideración que es por lejos la nación que malgasta más energía por habitante y que --ante el tamaño de la economía-- marca el rumbo en una escala de precios que ha transmitido al resto del mundo.
Este derroche, empero, pese a los reclamos en foros internacionales, no ha sido mal visto como regla general porque ha obrado como “locomotora” de la economía durante mucho tiempo, y no puede extrañar que cuando ésta descarrilara, haya arrastrado también detrás de sí a la hilera de vagones.
Pero igualmente, entre las disyuntivas de la coyuntura internacional, una de las apuestas clave sigue siendo sin dudas lograr que Estados Unidos se recupere para que pueda seguir “cinchando” del convoy, porque permitiría un reacomodo próximo de la maltrecha economía internacional y lograría que en mayor o menor medida la compleja trama se recomponga. Ello implica un facilismo que podría llevar a que volviera la euforia a los mercados y en poco tiempo todos nos olvidemos de los factores desencadenantes del problema del que todavía se está intentando salir.
Y la recuperación reciente del precio de las acciones y los bonos, pese a llegar en un momento propicio para aliviar las tensiones acumuladas en estos últimos meses, podría tomarse como un indicativo de que la enfermedad se está superando, cuando en realidad solo se están atacando los síntomas para hacerlos remitir hasta la próxima crisis.
Quiere decir que los inmediatismos no deberían hacer perder de vista que ante el ocaso de paradigmas, incluyendo la apuesta extrema a dejar que los mercados se regulen por sí solos, es preciso incorporar nuevos instrumentos que permitan atenuar los riesgos financieros y su acción de arrastre en la producción y el comercio mundial, pero sobre todo que permita en tiempo y forma diferenciar la espuma de la sustancia, para no quedar nuevamente colgados del pincel en el quinto piso.


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