Paysandú, Sábado 23 de Mayo de 2009
Locales | 22 May Trazar metas y proyectarse. Convencerse de que lo mejor algún día visitará ciertos escenarios, no resulta una composición fácil de hacer para los que que depositan gran parte de su entrega y sacrificio en un proyecto de vida que no muchas veces recibe atractivos réditos. De todos modos, la mayoría de los habitantes de la campaña no dedican mucho tiempo a ciertas conjeturas. Ellos saben bien que si no entregan lo mejor de sí cada jornada, el plato de comida no llegará a sus hogares. Este es uno de esos tantos casos en que el hombre habla poco y hace mucho. Y seguramente el entorno tiene una fuerte incidencia al momento de tomar decisiones. Al momento de decidir quedarse o marcharse en busca de nuevos y mejores horizontes no es cuestión de tirar una moneda al aire.
Daniel Ayala, soltero, de 34 años, vive junto a sus padres, que tienen una chacra de cincuenta y ocho hectáreas en la zona de Guayabos. Es el segundo de tres hermanos: Javier el mayor y Darío el menor. Reservado para hablar, su complexión física lo muestra fuerte y seguro.
Aunque sus padres siempre le aconsejaron que estudiara, decidió quedarse en el lugar porque nunca le gustaron los libros. Fue por ese motivo que prefirió trabajar en el campo.
Afirma que “los terrenos donde viven no resultan un espacio suficiente para producir en grandes cantidades, pero de alguna manera alcanza. Una pequeña producción de ganado ovino y vacuno, junto a unos caballos, conforman parte de lo que se genera”. Ayala trabaja en una estancia cercana y en los tiempos libres, cuando puede, ayuda a su familia.
De relato pausado pero firme, seguro de cada cosa que comenta, se muestra sencillo y con la característica bonhomía del hombre de campo. Rápidamente repasa otros tiempos y compara el pasado con el presente.
“A pesar de que mi padre está algo enfermo, el mejor momento es ahora. Por ejemplo en el transporte, porque antes teníamos que ir a Guichón a caballo, en un charré o en carro. Los traslados resultaban muy complicados y la vida era mucho más sacrificada. Ni decir de los caminos, en qué estado se encontraban”. Cuando era un muchachito, su padre compró un cachilo y luego pudo adquirir un auto.
“Se puede decir que ahora las cosas se nos hacen un poco más fáciles”. Los servicios marcaron fuertemente esas mejoras a las que hace referencia Ayala. “Hace unos ocho años que contamos con energía eléctrica y tenemos agua de pozo semisurgente. Pero hay momentos en que se secan, en cierta medida por la forestación. Antes, cuando no existían las plantaciones de árboles, las aguadas estaban bien y los arroyos se mostraban generosos. Ahora tenemos que perforar más seguido y no siempre contamos con los recursos para llevar el pozo a más metros. Por ese motivo la Junta Local de Guichón nos asiste, suministrándonos agua en camiones cisterna”.
En cuanto al futuro Ayala dice que, de no encontrar algo mejor, continuará en el ámbito rural, porque desde gurí le gustó mucho el campo y hoy sigue apostando a sus entornos. “Hoy no se hace plata, pero se vive”, culminó.
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