Opinion | 25 May La incertidumbre que se ha generado en Conchillas y una amplia zona circundante, tras la venta de plantaciones y otras propiedades de Ence a las firmas competidoras Stora Enso y Arauca, da la pauta de la expectativa que se había creado en ese ámbito por la puesta en marcha de un proyecto forestal con eje en una megaplanta de celulosa, y la consecuente dinámica que ello traería aparejado. Es cierto, muchos ciudadanos de la zona todavía se aferran a la esperanza de que quienes compraron finalmente decidan mantener ese lugar para la inversión, pero la ubicación de las plantaciones forestales determinaría que la planta se instalara en algún lugar del centro del país, y que por lo tanto el boom que benefició a Conchillas por varios meses podría desaparecer aún más rápido que lo que creció.
El punto es que más allá de la legítima expectativa de los habitantes de Conchillas, la génesis de este proyecto fue también una clara manifestación de una conducción poco creíble de la empresa, que tuvo en su debe el ceder a las presiones de los activistas y el gobierno argentino, al punto que optó por abandonar sus instalaciones en Fray Bentos para trasladar el proyecto a Colonia, lejos de la zona conflictiva, y encima, anunciar ese cambio en una conferencia de prensa en Buenos Aires, con los directivos rodeados de gobernantes del vecino país.
La crisis financiera internacional, por otro lado, ha estrangulado las posibilidades crediticias de Ence, que tiene ya problemas en la propia España, por lo que la venta del paquete ha sido una tabla de salvación para reposicionarse financieramente y dar vida a sus alicaídos proyectos en el Viejo Mundo, sacrificando las expectativas en nuestro país.
Pero las plantaciones están, aunque hayan cambiado de manos, y eso es lo que cuenta al fin y al cabo, porque se trata de la materia prima insustituible que se obtiene tras dos décadas, y que por lo tanto significa una inversión a mediano y largo plazo con vistas a su procesamiento e incorporación de valor agregado.
Ocurre que en este pasamanos de proyectos --siempre indeseable, desde que implica retrocesos y exaltación de expectativas que pueden frustrarse-- aunque se den en un mismo país o región, existen beneficiados y perjudicados cuando se da por hecho una iniciativa que luego queda en la nada.
Es cierto, muchos de los afectados habían caído en la especulación, si se tiene en cuenta que tan pronto se conoció que Ence instalaría su planta de celulosa, los terrenos de Conchillas multiplicaron su valor, y no faltaron oportunistas que compraron de inmediato a bajo precio con la expectativa de revender mucho más caro.
También se instalaron comercios y varios servicios para atender una población actual de 400 habitantes, que se esperaba multiplicar a medida que avanzara la inversión, por lo que se generó una burbuja mezcla de especulación y expectativas que ahora está a medio naufragar. Incluso han sido afectadas expectativas en Paysandú, si se tiene en cuenta que técnicos de la empresa española habían anunciado que la logística de la empresa comprendía la firme posibilidad de utilizar el puerto de Paysandú para cargar barcazas con madera que tendría como destino la planta de celulosa de Conchillas.
La dinámica empresarial, en tanto implica iniciativas de riesgo, está sujeta a vaivenes que responden a los ciclos económicos o coyunturas, y nadie puede poner en tela de juicio que Ence haya atendido sus prioridades económico - financieras para acomodarse lo mejor posible ante el trance, contrariamente a lo que ocurre por ejemplo con empresas estatales de nuestro país, que siempre apelan a los bolsillos de todos los ciudadanos para enjugar los números en rojo.
Pero sí salta a la vista el contraste entre la seriedad y solvencia que ha puesto de manifiesto en todo momento la finlandesa Botnia, aún sometida a grandes presiones, y su competidora, que por una u otra razón no ha cumplido con sus compromisos, y encima tuvo el muy poco tacto de formular anuncios sobre sus decisiones para nuestro país en una conferencia de prensa desde la Casa Rosada, sin un mínimo prurito para no lesionar soberanía ni susceptibilidades, con tal de quedar bien con quien realmente le interesaba.