Locales | 22 May Encontrar recursos donde no siempre los hay y convencer a los alumnos y sus familiares más directos de que el sacrificio de concurrir a clases bien vale la pena son dos habilidades características de quienes desempeñan lo que algunos consideran una quijotesca misión. Mantener viva la llama del entusiasmo no es tarea fácil, y tal vez lo sea menos para quien eligió enseñar en la campaña. Sin embargo, el empeño de esas personas ha permitido que la enseñanza llegara en nuestro país a lugares donde no ha llegado la salud pública.
Así, asistir a la escuela rural es mucho más que aprender a leer y a escribir en un salón de clases. El edificio en sí es lugar de referencia para cualquier centro poblado, y el maestro, un guía permanente. Su compromiso suele ir más allá de vestir guardapolvo y el estar lejos de las comodidades materiales, que obligan a ser ingeniosos.
Hace unos días se celebró la Semana de la Educación Rural, en la que se desarrollaron encuentros, trabajos coordinados con la comunidad y evaluar la trascendencia de la escuela rural frente a los desafíos de la sociedad. Cada ocasión fue propicia también para que las autoridades de Primaria reconocieran la labor de los maestros rurales.
Fue una semana de vivencias intensas para los protagonistas, en la que no faltaron los relatos anecdóticos, de esos que acarician el alma. Como el caso de aquel alumno que 27 años más tarde llamó a quien fuera su maestra, para saludarla por su cumpleaños. La docente solo comentó: “no se cómo obtuvo el número de mi celular, pero confieso que fue una de esas gratificantes llamadas que uno rara vez espera”. Esa mezcla extraña de alegría y nostalgia fue evidente durante el acto protocolar que cerró la actividad, cuando pocos pudieron ocultar su emoción al escuchar al maestro Leonardo De Souza leer un cuento sobre el maestro rural y su entorno, extraído de la revista “El Grillo”. El momento también fue oportuno para que el recuerdo de ineludibles referentes, como lo fue para Gladys Long, quien concurrió a la escuela 86 Meseta de Artigas cuando era directora la señora Olga Francolino.