Opinion | 22 May La disminución de la cesárea innecesaria se convirtió este año en la consigna de la Semana Mundial por un Parto Respetado, que se celebró del 11 al 17 de mayo, organizada por la Red Latinoamericana y del Caribe por la Humanización del Parto y Nacimiento (Relacahupan). La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que el promedio de cesáreas realizadas en las instituciones médicas no supere el 15% de los partos, pero Uruguay todavía está lejos de alcanzar esta cifra.
El promedio de cesáreas en nuestro país es de 35% y, aunque la cifra disminuye a 25% cuando se trata de Salud Pública, aumenta a 45% en la instituciones médicas privadas, según datos del Ministerio de Salud Pública (MSP).
Según datos de la OMS, el riesgo de muerte de la mujer y el niño cuando se realiza una cesárea es 16 veces mayor que en un parto natural. “La cesárea, al ser una operación quirúrgica, presenta un tipo de riesgos que un parto natural no tiene”, dijo a La Diaria la partera Elena Penadés, representante de Relacahupan.
Evidentemente, los argumentos que entran en juego son múltiples como para analizarlos en este espacio, pero corresponde reivindicar la situación en la que se pone de rehén a la parturienta, en un momento en que no hay tiempo para sentarse a hacer un análisis de riesgos y beneficios. El tema amerita una revisión cultural, un debate social y un estudio a conciencia en la interna de las instituciones médicas.
La cesárea requiere el consentimiento de la mujer. Pero, en pleno trabajo de parto, ¿existen formas de oponerse a la sugerencia médica de recurrir a una cesárea? ¿Cuenta la parturienta con la información necesaria para hacerlo con certezas? ¿Se dispone de tecnología apropiada para dar un diagnóstico seguro sobre el bienestar del feto durante el trabajo de parto? ¿Como se puede identificar si las razones esgrimidas por el médico son reales o la cesárea es recomendada por motivos económicos?