Paysandú, Viernes 29 de Mayo de 2009
Opinion | 27 May “Los cambios son imposibles con este Estado”, sentenció el senador tupamaro Eleuterio Fernández Huidobro al aludir a las trabas con que se encuentra este como cualquier otro gobierno para instrumentar medidas que respondan fielmente a sus políticas, cualesquiera sean ellas y en el área de que se trate.
Este “descubrimiento” lo señala el legislador oficialista en reportaje que le realizó el semanario “Brecha” y que si bien son manifestadas en relación con la gestión del gobierno de la coalición de izquierdas, no son para nada distintas a lo que han enfrentado los gobiernos que le han precedido.
Sostiene el parlamentario ex guerrillero que “también hay que profundizar los cambios en el Estado. Este hoy no sirve para aplicar un programa del Frente Amplio. Podemos proponer las mejores medidas del mundo, pero no son viables porque el Estado no te lo permite. El problema no es la simple burocracia; ya hay toda una legislación hecha que es un enredijo muy grande”.
Esta amarga reflexión, enfocada a explicar por qué resultan imposibles los cambios con “este” Estado, también conlleva un alto grado de mea culpa para el gobierno, desde que en su momento proclamó que estaba preparando, ya para poner en marcha, la “madre de todas las reformas”, que por supuesto ha quedado en la nada y en el mejor de los casos, para más adelante, aunque nadie sepa bien de qué se trata.
Ya en año electoral, por supuesto que no se va a dar un paso más en este sentido, porque cuando era tiempo de hacerlas, el Poder Ejecutivo sintió el “trancazo” del Pit Cnt a través de los gremios del Estado, que se oponen a todo lo que se intente con tal de prevenir que puedan tocarse sus privilegios y beneficios y mucho menos aún que se tenga que rendir en el trabajo, rechazando de plano términos como “productividad”, un aspecto elemental en toda relación laboral en el país que sea.
Contar con un Estado que le sirva al país no es cuestión de derecha o izquierda, sino de sentido común, y más aún de sobrevivencia sobre todo en Uruguay, donde su tamaño es desproporcionado y significa una dura carga para los sectores productivos.
Y así parece entenderlo Fernández Huidobro cuando afirma, en cuanto al grado de participación del Estado en la economía, que “hay una confusión ideológica y no se si fue fomentada. Para cumplir ese papel tiene que ser un Estado en serio. Es un entrevero en el que incurre muchas veces la izquierda, los compañeros de los sectores y los sindicalistas ni qué hablar. La UTE ¿es pública o privada? Creo que es privada y está en manos de los gerentes. Los gerentes se dedican a cuidar amorosamente su carrera y no a generar energía eléctrica”.
Pero claro, el parlamentario oficialista, curtido en mil y una instancias con los sindicalistas, que son a la vez prácticamente todos dirigentes del Frente Amplio, evita expresar claramente, aunque lo deje entrever, que los sindicatos que trabajaron para que la izquierda llegara al gobierno nunca van a permitir que se reforme el Estado en cuanto ello significa algún menoscabo para la calidad de trabajo “light” que cumplen, o que se pongan en tela de juicio aspectos como la inamovilidad, los beneficios y regímenes muy benignos, por decir lo menos, y mucho menos aún el tema salarial.
Tampoco que se toque la burocracia de la que reniega Fernández Huidobro, porque ello forma parte también de los mecanismos de autodefensa de los verdaderos “dueños” de las empresas públicas y del Estado, que son los funcionarios, mucho más que los gerentes, como lo manifestara en su momento el vicepresidente de la República, Rodolfo Nin Novoa.
Buena parte de esa burocracia fue alentada por los sindicatos para trancar cualquier intento de los partidos de gobierno de reformar el sistema, y el punto es que se ha dejado crecer durante décadas este árbol, al que la izquierda se ha encargado de abonarlo y regarlo con tal de establecer trabas para al gobierno de turno, en el marco de su política de acumular fuerzas para llegar al poder, y no tuvo en cuenta --y si lo tuvo creyó que iba a poder manejarlo-- que la máquina podía matar al inventor cuando le tocara gobernar.
No es solo culpa de la izquierda, por supuesto, desde que en todos los partidos se actuó por acción o por omisión, haciendo que el Estado fuera un monstruo devorador de recursos y obstáculo para el desarrollo. Pero no es menos cierto que poco y nada se podrá hacer si no se actúa en consenso de todos los partidos para instrumentar las reformas imprescindibles que permitan revertir, por lo menos parcialmente, este escenario.
Pero de acuerdo a las señales que dan algunos sectores del partido de gobierno, que siguen ideologizando el diagnóstico para llevar agua hacia su molino, poco y nada se podrá hacer al respecto.
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