Paysandú, Sábado 30 de Mayo de 2009
Opinion | 30 May Muy lentamente está cambiando el paisaje en algunas áreas del Sur del país, al ponerse en marcha aerogeneradores que utilizan energía eólica para incorporar más potencia eléctrica al parque nacional, y es así que en las últimas horas el presidente Tabaré Vázquez encabezó la inauguración oficial del primer parque eólico de UTE, instalado en la Sierra de los Caracoles, en Maldonado, a unos 22 kilómetros de San Carlos.
Se trata en principio de un aporte modesto, pues son 6 generadores que producen 2 megavatios cada uno, y que por lo tanto no dan para abastecer más que una ciudad de menor tamaño. De todas formas esta incorporación conlleva un alto grado de simbolismo, cuando nuestro país se debate por enésima vez en una crisis energética que no es coyuntural sino estructural, desde que la persistente sequía que ha reducido el nivel de los embalses hidroeléctricos solo agrava un problema que se ha venido acentuando con el paso de los años.
Los 10 megavatios efectivos de electricidad que genera el Parque Sierra de los Caracoles son producidos por aerogeneradores de 107 metros de altura y 40 metros de largo de aspas, y han sido instalados en un área donde la densidad y frecuencia de vientos justifican la inversión, que resulta amortizable a partir de la posibilidad de operar durante un mínimo posible de días al año.
El ministro de Industria, Energía y Minería, ingeniero Daniel Martínez, señaló en esta oportunidad que el Poder Ejecutivo apunta a la instalación de más parques eólicos que permitan llegar al objetivo estratégico de tener 300 megavatios de potencia instalada para el año 2015. Eso equivale a lo que pueda suministrar la Central Punta del Tigre en San José, que en principio había sido diseñada para operar con gas natural, pero ante los problemas de abastecimiento desde Argentina fue resideñada para utilizar gasoil, con lo que ha funcionado hasta el presente.
En este esquema complejo y de creciente déficit energético ante el aumento de la demanda y la imposibilidad de atender los picos que se generan los días de temperaturas extremas, salta a la vista que se ha postergado demasiado tiempo, por ausencia de políticas de Estado, la incorporación de una potencia de generación alternativa que nos ponga más o menos a cubierto de situaciones como las que atraviesa el país.
Y no se trata solo de falta de disponibilidad, sino que a la vez casi en forma simultánea la región está atravesando penurias energéticas, y por ejemplo Brasil, si bien nos suministra electricidad, nos la vende a un precio tres o cuatro veces por encima del que UTE pagará a los generadores privados seleccionados de la licitación convocada hace dos años, y que todavía está en proceso.
Esto indica claramente que no se ha actuado con una mínima previsión y que tampoco existe una necesaria coordinación en la política energética del gobierno, desde que mientras por un lado el Poder Ejecutivo apunta a contar en un quinquenio con una potencia del orden de los 300 megavatios por energía eólica, UTE ha demorado dos años en adjudicar apenas 35 y tiene todavía en proceso otros 24, todos por fuentes de energía alternativas.
Es decir que el país ha perdido un tiempo precioso para promover la participación de operadores privados en la generación de electricidad, y lo que es peor, además de convocar a licitaciones muy limitadas, UTE ha establecido topes para los valores que paga por el megavatio, lo que ha obrado como disuasivo a la hora de presentar proyectos.
Peor aún, el organismo también había restringido la potencia máxima de estos proyectos, como si la electricidad nos sobrara y solo estuviera haciendo un favor a los agentes privados que querían venderle. Eso no solo es un contrasentido sino una actitud contraria al interés nacional, porque el resultado de estas gruesas incongruencias es que los consumidores estamos pagando energía más cara y encima no se reciclen en el medio estos recursos.
Pero de los arrepentidos se vale Dios, sostiene el refrán, y ante el cariz que han adquirido los acontecimientos, es de esperar que el organismo reciba directivas de cambiar radicalmente su postura y realmente promueva la instalación de generadores en base a la quema de biomasa y el uso de energía eólica, que aparecen como las opciones más inmediatas y seguras para un país que ha esperado demasiado para asumir y sobre todo encarar el problema que se nos ha venido encima por imprevisión y desidia.
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