Paysandú, Lunes 01 de Junio de 2009
Locales | 29 May Nació en las costas del arroyo Sacra, hacia el sur de la Exposición Rural Feria de Paysandú, una de las menores de siete hermanos. Doña Dionilda González Ponzoni tiene 89 años y actualmente vive sola en su casa de pueblo Porvenir. Aceptó hablar de su vida, de los tiempos en que la colonia se movía a otro ritmo y del presente, que la mantiene activa, aunque a otra velocidad. El aire de la tarde estaba helado y el sol iluminaba con cierta timidez. Camino a la casa de Dionilda esperábamos ver, de acuerdo a los datos de que disponíamos, a una anciana sentada al calor de una estufa a leña. Pero mayúscula fue la sorpresa: la veterana, escoba en mano, recogía las hojas de un paraíso. Minutos después confesaba que ese árbol le daba mucho trabajo con la caída de sus hojas.
Sus padres se dedicaron a las actividades rurales como peones de estancia y recuerda que en tiempos de su infancia sus progenitores fueron puesteros en la estancia Santa Sofía, propiedad de la familia Horta. Allí vivieron unos dos años, hasta que su padre pudo comprar cuatro solares al sur del casco urbano de pueblo Porvenir, hace ya unos ochenta y cuatro años.
Recuerda que junto a sus hermanos se criaron en torno a la quinta, porque según Dionilda por aquellos años los vecinos trabajaban mucho la huerta. También fueron buenos tiempos de producción de remolacha azucarera, generó un importante movimiento. “A mí me tocó criar algunos sobrinos que trabajaban en las plantaciones, en una chacra de los Odella”.
Dionilda extraña aquella época. “Era toda gente pobre, porque este pueblo siempre fue muy pobre. Pero los vecinos eran muy respetuosos, compañeros y la mayoría eran amigos. Muy buenos vecinos. Sí, señor, eran otros tiempos. Todos tenían su quintita y su jardín y el orgullo era mostrar en las condiciones que cada uno tenía su parcela. Uno mostraba con cierta satisfacción los trabajos de la familia, como las manualidades que se efectuaban”.
“La vida en el pueblo es tranquila. La gurisada está algo revoltosa, pero aquí la gente es buena”, comenta. Actualmente tiene una pensión a la vejez y, según comentó, uno de sus sobrinos la ayuda.
Durante diecisiete años integró la comisión de la parroquia San Isidro Labrador. Con un dejo de nostalgia recuerda las grandes procesiones. “Cuando integré la comisión, enseñaba a tejer a las muchachas. Creo que algo aprendieron. Bueno, eso creo yo”, recordó.
Hace varios años, en Paysandú fue operada de cataratas en su ojo derecho, pero al tiempo lo perdió. Recientemente, por iniciativa de un sobrino político, en Montevideo fue intervenida de su ojo izquierdo. Si bien tuvo un pequeño problema de presión, durante la operación todo salió muy bien. Ya hace cinco meses de la intervención y el día que la visitamos recién le habían dado el alta.
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