Paysandú, Jueves 04 de Junio de 2009
Locales | 31 May Por Enrique Julio Sánchez, desde Estados Unidos. El martes pasado, el presidente Barack Obama dio un notable impulso a la “causa Latina” en Estados Unidos, al nominar para la Suprema Corte de Justicia a Sonia Sotomayor, una estadounidense de raíces latinas, puertorriqueñas, nacida en Nueva York, donde creció y estudió.
En su historia centenaria en Estados Unidos, muchos latinos han trascendido su lugar de residencia en actividades que van de la política a la cultura popular, pasando por el deporte, pero la oportunidad de verse representados en el organismo encargado de velar por la Constitución y las libertades es algo especial y nuevo. La nominación es también, un buen ejemplo del largo y sinuoso camino de la inmigración latina. En el caso particular de los puertorriqueños no tuvieron otra opción que la ciudadanía estadounidense después que la isla se convirtió en colonia de Estados Unidos y luego estado libre asociado. Hasta fines de los años 50 del siglo pasado, se alentó la migración boriqua a Nueva York y otros lugares para proveer mano de obra barata. Pero la ciudadanía les ha dado también una ventaja, pues la proximidad siempre alienta los viajes entre la isla y el continente. Al mismo tiempo, aunque ciudadanos estadounidenses han mantenido siempre con fervor su raíz latina, el idioma y sus costumbres.
De todas formas, la comunidad boriqua aun vive una crisis de identidad. Para los gringos no son “realmente” estadounidenses. Para los inmigrantes latinos, que creen que la ciudadanía los hace distintos, no son “realmente” latinos.
Nueva York, especialmente el Harlem español, fue escenario incluso de enfrentamientos entre boriquas y mexicanos, en los 90, en el largo camino hacia un sentimiento de comunidad a partir de un mismo idioma y una cultura similar. Fue recién en los últimos años, estimulada por el debate sobre inmigración y su papel en la elección del presidente Barack Obama, que la comunidad latina ha dado pasos en la dirección de convertirse precisamente en una comunidad. Quizás por eso, por primera vez, la nominación de Sotomayor hermana a todos los latinos.
No importa que sea puertorriqueña, importa que es latina. Porque eso la convierte en una heroína de la comunidad toda y hace que todos vivamos un gran momento en nuestra historia inmigrante. Y al mismo tiempo ayuda a la identidad de su isla: latina por nacimiento, gringa por ciudadanía, la jueza Sonia Sotomayor tiene en su historia personal esa impronta esencialmente inmigrante. Nacida en Nueva York, de 54 años, graduada de
Princeton y Yale, es considerada brillante por quienes la apoyan y combativa por quienes la critican. Salió adelante por su propio esfuerzo, obtuvo una educación estelar y una reputación bien definida entre los abogados que han comparecido ante ella. Sus decisiones durante sus casi 17 años como jueza federal la definen como liberal.
Sotomayor debe ser confirmada y eso será un proceso difícil.
Los republicanos y especialmente la ultra derecha ve en ella a una enemiga,
a una indigna de ocupar tal sitial en la justicia estadounidense. Y han comenzado a bombardear con rotundas críticas a su actividad y a su forma de ser y pensar. Cuestionan que su espíritu latino la convierta en activista antes que en administradora de justicia.
No obstante, para los latinos su nominación es ya un enorme triunfo y un merecido reconocimiento de la administración Obama al crecimiento de la comunidad y su desarrollo.
Al mismo tiempo, la jueza Sotomayor es también un ejemplo a seguir por los jóvenes latinos, los que según las estadísticas son quienes en menor grado se gradúan de Secundaria y cuya presencia en la Universidades es aún escasa.
El tesón de Sotomayor y su dedicación al estudio fueron el trampolín para su éxito. Ese también es el camino para los jóvenes que han llegado a esta nación acompañando a sus familias y a los que aquí han nacido en el seno de familias latinas. Una vez más la famosa frase viene a la mente de todos: Sí, se puede.
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