Paysandú, Martes 09 de Junio de 2009
Opinion | 02 Jun La cumbre de la Organización de Estados Americanos (OEA) se inicia en estas horas con el caso cubano en la agenda, en esta oportunidad incluyendo el ingrediente adicional de un gobierno demócrata en Estados Unidos y con un presidente como Barack Obama que, contrariamente a lo que han hecho sus antecesores, está tendiendo puentes hacia el régimen caribeño, luego de más de medio siglo de dictadura marxista.
Hace pocas horas se supo que Cuba aceptó reabrir las negociaciones con Washington sobre migración y el envío directo de correo, en lo que se considera una nueva señal de deshielo bilateral. Ocurre que la cuestión migratoria es decisiva en momentos en que miles de cubanos eligen cada año tomar el azaroso camino del éxodo a Estados Unidos, incluso a riesgo de su vida.
Y si bien el gobierno cubano se ha mostrado dispuesto a conversaciones en áreas como la lucha contra las drogas, el terrorismo y previsiones contra catástrofes naturales, existen temas que requieren una dilucidación inmediata, como el bloqueo que impuso Washington y a la vez la negativa rotunda del régimen castrista a la democratización.
El orden del día que reúne a los 35 países del continente este martes en Honduras estará dominida por el planteo de varias naciones tendiente a que Cuba vuelva al seno de la organización, tras haber sido expulsada en la década de 1960 por su carácter de dictadura y de exportador de la lucha armada hacia otras naciones de la región.
Se especula con que esta es la primera vez en décadas que OEA habrá de estudiar seriamente el tema, teniendo en cuenta que el gobierno de Estados Unidos se manifiesta proclive a una apertura, aunque espera señales positivas de Cuba en cuanto a la democratización. La mayoría de los países latinoamericanos --donde a la vez hay un número significativo de regímenes de izquierda con mayor o menor grado de solidaridad con el régimen castrista-- se ha manifestado a favor de votar por la reincorporación de Cuba sin condiciones y por lo tanto a revocar la resolución de 1962.
Claro que para que ello se necesita mucho más que enunciados de buenas intenciones y terceros que inviten, por cuanto el gobierno cubano, lejos de ponerse en sintonía con el aggiornamiento democrático que se le reclama desde hace décadas, ha optado por denostar al organismo y aseguró el viernes que nunca aceptará volver a integrar el “cadáver político” que considera es la OEA, y preconizó la creación de una nueva organización sin Estados Unidos.
También está de por medio el embargo de Washington a Cuba, un aspecto que obra como factor irritativo e inconducente, además de haber resultado absolutamente ineficaz y contraproducente, en tanto a la vez utilizado como excusa por el régimen cubano para pretender justificar las penurias económicas en la isla.
Y si bien toda nación del continente debería estar integrada a la OEA, debe tenerse presente que la Carta Democrática firmada en 2001 por todos los estados miembros exige que las naciones gocen de pluralidad política, elecciones libres y se respeten los derechos humanos. Esos son precisamente los aspectos que se han cuestionado desde siempre al régimen cubano, que sigue persiguiendo y encarcelando a ciudadanos por razones políticas, que es una dictadura maxista controlada férreamente por la vía militar, donde no existe la libertad de expresión y mucho menos elecciones con la participación de otro partido que no sea el Partido Comunista, mimetizado con el Estado omnipresente.
Ahora el gran desafío de la cumbre es cómo se atan estas dos moscas por el rabo sin que se viole lo establecido en la Carta Democrática, desde que por un lado hay muchos países --sobre todo Venezuela, Bolivia y Ecuador-- que están dispuestos a llevar por delante la norma, sin importar que Cuba siga con el mismo régimen dictatorial de siempre y encima denostando a la OEA, sin hasta hora ninguna manifestación abierta de siquiera considerar la democratización de la isla.
Por supuesto, cuando se es demócrata por convicción, no es necesaria condición de ninguna entidad internacional para disponer las medidas que permitan la vigencia irrestricta de la institucionalidad democrática y las libertades, por lo que a primera vista parece que seguimos en un diálogo en el que uno solo --Cuba-- se hace el sordo, apelando a repetir los eslóganes y las viejas frases hechas para reafirmar una y otra vez las excusas de siempre para seguir sojuzgando al pueblo cubano.
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