Paysandú, Miércoles 10 de Junio de 2009
Locales | 05 Jun Cierto día, alumnos de la Escuela 59, de Sauce del Queguay Abajo, visitaron a la abuela Margarita Villagra. El motivo del encuentro, rescatar parte de un rico pasado social. Según cuentan estos niños, “la abuela Margarita tiene 77 años y hace unos 61 años que vive en la zona de Sauce del Queguay. Tiene nueve hijos y un total de 23 nietos”. La señora le contó a los niños que ella comenzó la escuela en el año 1936, cuando apenas tenía cuatro años de edad. Durante sus años de escuela tuvo la misma maestra, a quien recuerda con mucho cariño. Era la señora Élida Verocay, ya fallecida, casada con don Conrado Sosa, dueño de los campos adyacentes al edificio viejo de la escuela.
A través de este encuentro con doña Margarita, los niños pudieron escuchar relatos del viejo edificio escolar, del que solo quedan las ruinas.
Era una construcción de madera y chapas, con piso de hormigón. Contaba con un gran salón, comedor, cocina y un dormitorio para la maestra y su familia. Al establecimiento concurrían niños que vivían al sur del río Queguay, que se trasladaban a caballo y quedaban durante toda la semana en casas de familiares, ya que por aquellos años esta era la única escuela de la región.
De las comidas, doña Margarita recuerda que los almuerzos eran, básicamente, arroz o mazamorra con leche. Cuenta que “para que estos alimentos tuvieran una buena cocción había que hacer el fuego muy temprano por la mañana, pues llevaba muchas horas”.
Después de la visita, los niños relatan que sus relatos de la abuela Margarita fueron muy interesantes y les permitió conocer un poco más sobre el entorno de su lugar de residencia. Les narró, por ejemplo, lo lindo y agradable que era el paraje, en el que habitaba mucha gente que se dedicaba a la actividad agropecuaria.
“También por aquel entonces las casas eran hechas de barro y paja, con pisos de tierra. No contaban con energía eléctrica y tenían que acarrear agua desde un pozo. Situación que no ha cambiado. Siguen imperando las mismas condiciones, con la diferencia de que hoy las construcciones son de material. Por aquellos tiempos los caminos solo eran sendas marcadas por el cruce de caballos, carros y sulkis. Rara vez los lugareños veían pasar un automóvil. Solo el que era propiedad del padre de la maestra o un viejo camioncito del padre de doña Margarita, que era usado para el transporte de leña y carbón. Y que, en algunas oporunidades, también traía algún pedido para los vecinos desde la ciudad”.
Doña Margarita recordó que “para viajar a Paysandú había que salir muy temprano si se quería llegar a tiempo a los horarios de las oficinas o disponer de dos días y pasar la noche en la ciudad. Como los caminos se encontraban en tan malas condiciones si algún vehículo se empantanaba, cuando llovía, había que traer unos bueyes de algún vecino para poderlo sacar”.
Según cuentan los niños “hoy doña Margarita vive un tiempo en El Sauce y otro en la ciudad”, pero aseguran que “prefiere el campo, pues le permite llevar una vida más tranquila, saludable y con mucho menos ruido. Por ese motivo está quince días en cada lugar”.
Sobre el final de la charla, Margarita confiesa que está “muy contenta con cada etapa de mi vida”.
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