Paysandú, Miércoles 10 de Junio de 2009

No la vamos a extrañar

Opinion | 06 Jun Cual crónica de una muerte anunciada, en las últimas horas el presidente Tabaré Vázquez le pidió la renuncia a la ministra del Interior, Daisy Tourné, y el cuestionamiento que se le debe hacer al mandatario al respecto es por qué tardó tanto en hacer lo que debió hacer cuando uno de sus directos colaboradores demuestra una y otra vez que no da la talla para el cargo, como lo hemos señalado en sucesivas notas de opinión desde EL TELEGRAFO.
En esta oportunidad la docente ex ministra no tuvo mejor idea que despacharse a sus anchas, como en rueda de boliche, ante un grupo de estudiantes a los que quiso deslumbrar empleando un lenguaje soez que entiende es de uso corriente en la juventud, y de paso explicar por qué considera que los adversarios políticos son en realidad malas personas, verdaderos instrumentos de la oligarquía a la que felizmente ella y sus compañeros han combatido tenazmente desde las trincheras. Ciertamente sus desvaríos y desvíos de conducta empezaron –por lo menos tuvieron estado público-- desde el mismo momento en que asumió el cargo de titular de la cartera de Interior y puso de manifiesto una frivolidad indigna de esta función, aún para un gobierno en la que la chabacanería es sinónimo de buena comunicación con el pueblo.
Pero esta vez la ministra fue demasiado lejos y sus dichos cayeron grueso hasta en los oídos más entrenados, mientras desafiaba por televisión a los candidatos de la oposición a un debate que probó con creces es incapaz de mantener.
Durante su efímera jefatura frente al Ministerio del Interior, Daisy Tourné dio muestras una y otra vez de su soberbia e ineptitud, dando la espalda a una realidad que rompe los ojos mientras la población sufre las consecuencias de la inseguridad que arrecia al país. Lejos del sentir ciudadano, el mensaje que ha transmitido ha sido el de desestimar un grave problema que solo no ve quien no lo quiere ver, y se ocupó en cambio de “aprender” a subirse a un caballo para pasar revista a las tropas cual amazona consumada, como si fuera algo realmente importante para la función y no una flagrante demostración de superficialidad y falta de sentido común. Este hubiera sido un aspecto menor, al fin y al cabo, si se hubiera tratado de un hecho aislado y hubiera asumido con eficacia y determinación el papel de ministra, pero por el contrario, trató despectivamente a todo aquel que le señalara la realidad y sistemáticamente atribuyó intencionalidad política a quienes legítimamente le reclamaron mayor compromiso en su gestión. Mientras tanto, la ministra cual eterna adolescente ocupaba su tiempo en Internet para extender sus frivolidades a Facebook, que incluso sirvió para fijar sus posiciones políticas y --ya en plena campaña electoral para las internas-- dejar de lado la neutralidad que se supone debe poner de manifiesto en todo momento el Ministerio del Interior, para dedicarse a denostar a la oposición, además de deleitarnos con su foto bajo la ducha.
Así, no solo ha salido a los medios a atacar a quienes no piensan como ella, sino que también ha subido a cuanta tribuna política ha podido para participar activamente en las campañas partidarias, sin que el presidente Vázquez le hubiera llamado al atención por esta actitud reñida con los más elementales principios democráticos.
Pero la gota que rebasó el vaso se dio en las últimas horas en una de sus tantas intervenciones partidarias –que nunca debió tener--, esta vez ante la juventud del Partido Socialista, en la que sin ningún empacho y aún sabiendo que estaba ante cámaras de televisión de los canales capitalinos, lanzó una sarta de insultos, descalificaciones y expresiones soeces hacia sus adversarios y hasta hacia integrantes de su fuerza política, desde su Olimpo de irracionalidad y soberbia.
El presidente tardó demasiado en hacer lo que debía hacer. Lo que es seguro, y en ello seguramente coincidimos la enorme mayoría de los uruguayos, es que la ministra se cocinó por sus propios errores, como el calamar en su tinta, y que sobre todo no la vamos a extrañar.


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