Paysandú, Miércoles 10 de Junio de 2009

Una señal de alerta

Opinion | 07 Jun Los índices del Instituto Nacional de Estadística (INE) correspondientes a abril establecen que el desempleo se ubicó en el período en el 8,3%, lo que significa siete décimas por encima de los registros de igual mes de 2008, equivalente a un aumento de 12.300 personas en el número de desocupados, y constituye el valor más alto desde mayo del año anterior.
Por supuesto, estas cifras están muy lejos de los valores de otras instancias, como es el caso de la crisis de 2002 y coyunturas anteriores, pero indican una tendencia que no debe desestimarse como si solo fuera un episodio más en los altibajos de los parámetros de la economía.
A la vez, en el año móvil cerrado a abril, los rubros de actividad registraron variaciones dispares en cuanto a su contribución al mercado de trabajo, y es así que la contracción más significativa en el período tuvo lugar en la industria manufacturera, donde se perdieron casi once mil puestos laborales. Esto es atribuido al impacto registrado por el sector industrial ante la caída de la demanda internacional y la desaceleración del crecimiento, pero con la contrapartida de que los sectores como el comercio y servicios aumentaron en 28.800 personas el personal ocupado.
Una evaluación primaria indicaría que no habría mayores elementos para justificar inquietud por estos números, teniendo en cuenta que los índices se mantienen por debajo de los guarismos históricos y acercándose al desempleo estructural, pero las cosas cambian cuando se evalúan estos datos en función de las tendencias, como se está dando el contexto internacional y su repercusión local.
Debe tenerse presente que históricamente se registra un salto entre marzo y abril por razones estacionales, teniendo en cuenta que tiene sus efectos el fin de la temporada de verano y la consecuente contratación temporal de mano de obra. Pero en esta oportunidad ese factor se agrega a guarismos que inevitablemente dan la pauta de un decaimiento de la activivad económica, como consecuencia directa de la caída de las exportaciones por menor demanda exterior como consecuencia de la crisis internacional.
Así, no es un dato menor que en el primer trimestre y por primera vez en veinte años la actividad económica se contrajo en los países de la Unión Europa, que generan buena parte del empuje de la economía mundial.
Por otro lado, la cifra real de desocupados puede ser aún mayor, ya que la metodología que aplica el INE, siguiendo estándares internacionales, considera como empleados a personas que están en el Seguro por Desempleo pero que mantienen la expectativa de recuperar su puesto.
Este aspecto, empero, indica que la actividad ha mermado. Y lo que es peor, este menor empleo se da fundamentalmente en la industria, donde se han perdido unos once mil puestos de trabajo con respecto a abril del año pasado. Ello indica que se trata de los empleos que generalmente son de mayor calidad, y corresponden a sectores que incorporan un fuerte componente de valor agregado, lo que tiene consecuente repercusión en demanda de materia prima, infraestructura de apoyo y servicios, todos los cuales generan actividad interna y puestos laborales.
Una muestra de las consecuencias de este escenario lo percibimos en Paysandú, donde como mínimo dos grandes fábricas tienen problemas con sus productos de exportación debido a la menor demanda internacional, y ello se ha traducido en menos horas trabajadas y envío de personal al Seguro por Desempleo. Este déficit laboral tiene como consecuencia menor circulación de dinero en plaza, caída de la demanda en áreas conexas y el circuito comercial en general, lo que se está notando en forma creciente, de acuerdo a lo evaluado en su momento por directivos del Centro Comercial e Industrial de Paysandú.
Estamos por lo tanto ante una repercusión desfasada de las consecuencias de la crisis internacional, aunque todavía ello no es percibido en toda su entidad por el ciudadano común, al no verse afectado directamente.
Pero la apuesta no debe solo centrarse en esperar a que la economía internacional se recupere lo antes posible, como todos anhelamos, sino que el gobierno, dentro de su relativo margen de maniobra por haber gastado más de la cuenta en épocas de bonanza, debería ya tratar de anticipar respuestas a los sectores más afectados, antes de aguardar a que los problemas se instalen en toda su magnitud y la reversión resulte mucho más difícil.


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