Paysandú, Viernes 12 de Junio de 2009
Opinion | 05 Jun La negativa sistemática de los gobiernos de los Kirchner a hacer cumplir los compromisos del Mercosur, más concretamente el artículo primero del tratado, que asegura la libre circulación de bienes y de personas, es solo una parte de un perfil que ha generado conflictos hacia adentro y hacia fuera del vecino país, llegando a la contradicción de desalojar por la fuerza a los piqueteros que obstaculizaban las rutas dentro de su territorio y en cambio tolerar el accionar ilegal de los activistas que siguen cortando una conexión internacional como es el puente Libertador General San Martín. Pero los entuertos de su política interna también se han trasladado a la relación con otros países, desde que ha desestimulado, por efectos de la regulación de precios, la infraestructura en el área energética, lo que ha derivado en que no se invierta en extracción y distribución de hidrocarburos y generado problemas graves en el suministro.
Ante esas dificultades el gobierno de Kirchner priorizó el abastecimiento interno de gas natural y cortó su suministro a países vecinos, sobre todo a Chile, lo que llevó a la nación trasandina a recomponer toda su logística y volcarse a importaciones desde otros destinos más lejanos, para reducir su dependencia de la Argentina. Lo mismo ocurre en el caso del Uruguay, que sigue buscando vías alternativas para no quedar atado de pies y manos a las veleidades del gobierno de turno en la otra orilla.
En el ámbito regional la evaluación es que se trata de un socio poco confiable, errático, que a la vez tiene lazos estrechos con regímenes tan problemáticos como el de Venezuela, y que concretamente debe favores a su presidente Hugo Chávez, dueño de gran parte de los bonos de su deuda externa, al punto que el mandatario caribeño decidió expropiar tres siderúrgicas de la empresa argentina Techint, ante lo que el gobierno de Cristina Fernández apenas respondió con planteos de ocasión para salvar las apariencias.
En este contexto diplomáticos uruguayos evaluaron que los cortocircuitos con Argentina no son exclusivos de Uruguay por la instalación de Botnia en Fray Bentos, lo que surgió en encuentro que mantuvieron 14 embajadores de nuestro país con el canciller Gonzalo Fernández y otros funcionarios de gobierno el jueves y viernes pasado, a efectos de analizar las repercusiones en el país de la crisis internacional.
Según da cuenta el diario “El País”, la prueba más contundente de las delicadas relaciones de Argentina con otros países se dio el 25 de mayo pasado en Misiones, donde se celebraron los actos oficiales del 199º aniversario de la Revolución de Mayo. En esa instancia, “embajadores de 19 de los 22 países de la Unión Europea decidieron no participar en estos actos, ante los reiterados cortocircuitos que han tenido con las autoridades argentinas. Solo asistieron los embajadores de Rumania, Bélgica y Gran Bretaña”, indica el matutino.
Asimismo, tal como ocurre con Uruguay, fuentes diplomáticas y empresariales dijeron que las relaciones bilaterales entre Argentina y Chile estuvieron cerca de su peor momento. Esto ocurrió luego que uno de los empresarios trasandinos más poderosos viera peligrar el normal funcionamiento de su planta papelera instalada en la provincia de Corrientes con una inversión de más de U$S 350 millones, a raíz de un bloqueo del sindicato de camioneros liderado por Hugo Moyano, afín a la administración actual. Tras largas horas de negociaciones entre sindicalistas y funcionarios de ambos países, finalmente llegaron a un acuerdo y se evitó un conflicto similar al que tiene Argentina con Uruguay, aunque la medida de fuerza se desarrolló dentro de territorio argentino y por tanto debe relativizarse la proyección internacional de ese piquete, aún teniendo en cuenta que se trata de una inversión extranjera.
Lo que sí ocurre es que este esquema de permanente confrontación, violación y modificación de las reglas de juego, de populismo por intereses electorales, está afectando seriamente la ya complicada imagen argentina en el escenario internacional, lo que no solo lesiona las relaciones con otros países, sino que afecta sus posibilidades de captar inversiones pese a sus enormes recursos naturales.
Peor aún, a la vez provoca la salida de capitales y de empresas hacia otros países, como es el caso de cientos de agricultores que han invertido en Uruguay, lo que indica que de no rectificar rumbos el vecino país irá ingresando en un encierro y círculo vicioso de impredecibles consecuencias.
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