Locales | 12 Jun Asegura que cada mañana le gana al Sol. Lo primero que hace es barrer la cocina, algo que se acostumbró a hacer a sugerencia de su madre, que se lo recomendaba cuando era todavía una niña. Y mientras la cocina de hierro templa su casa, se apronta un mate. Asegura que vive sin mirar el reloj y disfruta de la tranquilidad que solo la campaña puede obsequiar. La mañana que visitamos a Adelaida Perfecto Olivera de Núñez estaba en plena tarea de batir huevos para una torta. Sin embargo, una sola pregunta bastó para que iniciara un cálido relato cargado de recuerdos. Contó que nació en Queguay Chico, Cuchilla del Fuego. Llegó a Paso de los Carros cuando ya estaba casada. Es madre de cuatro mujeres, abuela de una docena de nietos y tiene once bisnietos. Hace cuatro años que enviudó, pero a sus ochenta y cuatro años muestra una energía envidiable.
Y entre sus mejores recuerdos señala el casamiento de una de sus hijas, celebrado en el galpón de su chacra, acondicionado para ese fin. Su vida transcurre en tareas de la casa, mira mucho televisión y cría algunas gallinas aunque planea que se las va a comer a todas porque “no ponen un solo huevo”. Sin embargo, no se da por vencida y esperará un poco más, porque según le aseguró una de sus hijas “todavía están en temporada”. Admite que en estos tiempos “la plata no alcanza para nada”, pero de todos modos sostiene que “yo de aquí no me voy”.
Adelaida vive acompañada de una muchacha que la ayuda con las tareas de la casa. “Tengo un autito, pero no tengo chofer. A veces uno de mis yernos me lleva cuando necesito hacer algún mandado o también cuando hay algún encuentro de vecinos”. Al día siguiente iría a unas criollas organizadas en Puntas de Buricayupí.
Como en otros tantos casos, esta vecina rural nos invitó a probar sus especialidades caseras, pero seguimos la marcha en busca de la historia de aquellos que no viven tras la puerta siguiente a la nuestra.