Opinion | 12 Jun   Una alimentación sana desde la infancia evita enfermedades cardiovasculares de futuro. En dicho fundamento se sustenta la implementación del programa “Merienda Saludable” que se pretende extender a las escuelas públicas de toda la República.
Ofrecer a los niños frutas, verduras, productos lácteos y reducidos en azúcar, sal y grasas trans es una buena manera de comenzar a prevenir enfermedades cardiovasculares en el futuro, y si bien la oferta de alimentos perjudiciales para la salud es atractiva, las autoridades confían en que aplicar planes educativos que promuevan el consumo de productos sanos en los más chicos al momento de ingerir su merienda diaria tendrá resultados positivos con incidencia en el conjunto de la familia.
A nivel nacional, numerosas escuelas y colegios han experimentado este tipo de propuestas y particularmente en Paysandú la iniciativa tiene un largo y productivo camino recorrido. En ese sentido es sumamente valiosa la decisión de extender el programa a nivel nacional.
La implementación de programas de merienda saludable es fácilmente incorporable en los institutos educativos si se acompasa con la propuesta curricular. Evidentemente el éxito del plan dependerá del compromiso institucional que le aporte cada colectivo docente en cada una de las escuelas. Para quienes se encontraban avanzando solitarios en el camino de la promoción de hábitos saludables en sus alumnos el programa es un incentivo e indirectamente un reconocimiento de que las buenas prácticas terminan por volverse “sanamente contagiosas”.
El rol que cumple la escuela y la educación en la alimentación de los niños es fundamental y debido a que la merienda es parte de la escuela y de la alimentación, resulta importante que los niños conozcan las caracaterísticas de lo que ingieren y cuenten con la posibilidad de optar en base a ese conocimiento. Cambiar rutinas y erradicar prácticas no es tarea sencilla, pero tampoco imposible.