Paysandú, Miércoles 17 de Junio de 2009
Opinion | 10 Jun Ha sido incluido en el programa del Frente Amplio, por decisión de su congreso, la iniciativa de convocar a una Asamblea Constituyente a efectos de reformar la Carta Magna, de acuerdo a los mecanismos previstos a esos efectos, por lo que todo indica que de ganar la elección nacional alguno de los actuales precandidatos presidenciales de la coalición de izquierdas, deberá cumplirse con este mandato.
Pero la interrogante está centrada en qué es lo que se quiere reformar, desde que el tema convocante no está incluido en el punto de referencia, de tal forma que ni siquiera los voceros que dieron cuenta de las resoluciones del congreso supieron explicar lo que se pretende reformar, y sobre qué bases, si es que la ciudadanía refrenda la propuesta que se genere con este fin.
Por lo tanto, podríamos estar ante inquietudes de carácter electoral, o de algún otro orden, siguiendo la tendencia de la izquierda, en base a plebiscitos promovidos por organizaciones sociales y sindicatos, a incorporar a la Carta Magna temas que son de estricta competencia legal e incluso que refieren a políticas de gobierno, como es el caso de la inclusión de porcentajes específicos del Producto Bruto Interno, para afectar recursos a determinadas áreas.
Y si bien parece poco razonable que se incluya el intento de reformar la Constitución sin siquiera mencionar hacia donde se quiere ir, debe tenerse presente que este concepto tiene mucho que ver con la arraigada idea de todo el sistema político, que viene desde tiempos inmemoriales, de que basta incorporar alguna idea, incluso más o menos vaga, en forma de ley o peor aún, como texto en la Constitución, para que el tema esté solucionado. La realidad indica que esta visión está muy lejos de la realidad, por cuanto se ha estado en numerosas ocasiones ante propuestas voluntaristas y muy loables en sus propósitos, pero que no tienen la menor posibilidad de concretarse en la práctica, desde que no se prevén los instrumentos ni están dadas las condiciones para que la iniciativa se pueda materializar.
Consecuentemente, tanto en este caso como en otros, deberían dejarse de lado las utopías y los eslóganes que se pretenden transformar en ley, para luego desentenderse de que se cumpla o no, para dedicarse a trabajar con los pies sobre la tierra en aras de crear las condiciones que efectivamente permitan lograrlo.
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