DARÍO JOSÉ GUIMARAENS

Locales | 12 Jun Reservado y de una particular mirada, su vida se circunscribe a las actividades de la escuela. Darío es igual, pero diferente. Ayudado por la auxiliar del establecimiento escolar – María Irene Amaral – se animó a contarnos algunas de las cosas que hace en su pueblo. Sentados en uno de los bancos a un costado del edificio escolar, hizo una pausa y nos destinó algunos minutos para conocerlo un poco más.
Tiene trece años y cursa sexto grado en la Escuela 34 de Puntas de Buricayupí. Vive con su padre, Ramón Guimaraens, y su hermana menor Macarena, de 12, quien al igual que Darío cursa sexto año. La charla con él fue breve, pero cada palabra tenía una dimensión especial.
Varias veces dialogamos con Darío durante estos dos años de viajes permanentes hacia el interior departamental, y cada vez que visitamos la Escuela 34 “Juan Manuel Blanes”, en oportunidad de ciertos acontecimientos festivos, observamos la ductilidad de Darío para encarar el papel protagónico, orientado por su maestra en actos y fechas patrias. La mañana del sábado se presentaba particularmente fría y con un sol radiante. Cuando llagamos a Puntas de Buricayupí, lo encontramos en plena actividad, ayudando a otros vecinos en el acondicionamiento del local escolar porque al día siguiente la comunidad viviría un gran festival criollo con baile incluido. El cerramiento del patio principal del establecimiento con grandes bolsas de nylon, la colocación de las luces al frente del camino vecinal, en el mismo predio de jineteadas, son –en estos territorios– las señales de la pasión que los lugareños le ponen a estos acontecimientos sociales. Y allí estaba Darío, en acción, colaborando con el resto de la gente, en uno de esos encuentros que sirven para mantener unidas a las pequeñas comunidades, que fortalecen así sus lazos de convivencia.