Paysandú, Miércoles 17 de Junio de 2009
Opinion | 15 Jun El trabajo infantil debe ser entendido como una de las causas de la vulnerabilidad social en la que viven miles de niños, niñas y adolescentes uruguayos. Según datos presentados en 2007 a partir del Instituto Nacional de Estadística, se estima que aproximadamente un 7,9% de los uruguayos de entre 5 y 17 años trabaja, 5,4% realizando actividades fuera del hogar comprendidas en el denominado trabajo infantil propiamente dicho y un 3% realizando tareas de manera intensiva en el propio hogar (de los cuales un 0,5% también trabaja fuera del hogar).
Además, la Organización Internacional del Trabajo advirtió que la crisis financiera mundial podría empujar a un número cada vez mayor de niños, y en particular de niñas, al trabajo infantil, por lo que deberíamos estar más atentos al problema.
La Convención sobre los Derechos del Niño --aunque no hace falta citarla para tenerlo presente-- señala que los niños tienen derecho a estar protegidos contra la explotación económica y contra el desempeño de cualquier trabajo. Que un niño trabaje puede entorpecer su educación o ser nocivo para su salud o para su desarrollo físico y mental. Muchos de estos niños dejan de ir a la escuela para salir a trabajar y si logran finalizar la educación escolar, lo hacen con bajos rendimientos y a los tumbos.
Si bien hay varias organizaciones no gubernamentales que trabajan por el bienestar de los niños, y también programas estatales, todavía no se ha podido erradicar el trabajo infantil y mejorar la calidad de vida de todos los niños del país.
El problema está a nuestro alrededor, es visible. Cualquiera puede ver a niños en ventas callejeras o hurgando entre la basura --ahora les llamamos clasificadores-- incluso en horas de la noche, con clima inhóspito y exponiéndose a peligros. Y todavía vemos a niños en un “trabajo” que horroriza: pedir monedas. En la mayoría de los casos son obligados a hacerlo para llevar dinero a un mayor, que muchas veces --infelizmente-- es uno de sus padres, quienes deberían proporcionarles cuidados y amor.
Trabajar en pro de erradicar esta problemática es responsabilidad de las instituciones, de los padres, los educadores, los vecinos, la sociedad entera. Hagámoslo por los niños de hoy, los adultos de mañana.
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