Paysandú, Sábado 20 de Junio de 2009
Locales | 14 Jun (Por Enrique Julio Sánchez, desde Estados Unidos) Ciertamente a veces pasan cosas curiosas. El viernes, en el mismo momento en que entregaba el último periódico de mi ruta, arrojándolo por la ventanilla del acompañante, y luego poniendo marcha atrás para hacer un giro en U a fin de retornar adonde vivo, las pastillas de freno del lado del conductor “saltaron”.
Sabía que estaban gastadas y mi “mecánico de cabecera”, ni más ni menos que Eduardo Marcovich, iba a cambiarlas esa misma tarde, tras culminar su trabajo en la florería. Pero no hubo tanto tiempo. En ese mismo instante, el auto quedó sin frenos. No había más remedio que retornar, así que los 10 kilómetros a casa fueron recorridos usando al máximo las subidas para reducir la velocidad y aplicando el freno de mano en las bajadas con el mismo propósito.
Felizmente a esa hora, poco antes de las 6 de la mañana, prácticamente no había tránsito, y los pocos autos que aparecieron en el espejo retrovisor me sobrepasaron sin problemas. Finalmente, sin otras complicaciones -aunque con algunos sobresaltos- llegué a casa. Debía retornar al trabajo a las 10 de la mañana, para otra ruta de periódicos, entregando aquellos que no lo reciben en tiempo y forma. No había muchas opciones para cumplir con la tarea.
Felizmente, mis dos compañeros, dos inmigrantes también (Rashman, de India, y Sammy, de Eritrea, en el noreste de África) aceptaron dividirse mi trabajo y llevarlo adelante.
Cuando Eduardo regresó a casa al atardecer, trató de arreglar el freno, pero se necesitaban otras piezas que no estaban disponibles en la casa de repuestos, al menos hasta el día siguiente. En pocas horas debía realizar mi ruta de periódicos. Así que Eduardo me prestó su camioneta. Pero hizo más aun. Como tampoco iba a tener el auto listo para el reparto de media mañana, habló con uno de sus compañeros de trabajo, Diego Montoya, un inmigrante colombiano que hace repartos en la florería, quien sin dudarlo aceptó prestarme su auto.
Todo esto, que comenzó con un desperfecto mecánico, permitió, una vez más, comprobar la solidaridad que reina en la comunidad inmigrante, dispuesta siempre no solo a dar una mano, sino las dos y también el corazón. Lejos de casa, de todas nuestras casas, incluso cuando no hay un conocimiento profundo de la otra persona, reina la solidaridad.
En verdad, Diego me prestó su auto por ser amigo de su amigo. Así de simple. Sin condiciones, sin inquietudes, la ayuda está presta en cada inmigrante, que repica su propia historia (jalonada por aquellos que le han extendido la mano) ayudando a otros.
Estos sucesos cotidianos son los que nutren nuestra travesía, haciendo camino al andar en tierra “extranja”, aportando todo de nosotros mismos, tratando de hacer realidad nuestros sueños e ilusiones. El inmigrante, ese que no es de acá porque no está en los registros, pero que también ha dejado de ser de allá, de su propio lugar porque ha decidido emprender el camino del voluntario exilio, como canta Ricardo Arjona en “Mojados”, se apoya en otros inmigrantes, no necesariamente de su propia comunidad, sino esencialmente inmigrantes.
Porque aquí, como seguramente ocurre en otras partes del “Primer Mundo” nos hemos reunido hombres y mujeres que aunque no compartamos la misma cultura ni el mismo idioma materno, compartimos la experiencia de ser de otra parte, de tratar de aprender como ser de aquí, de buscar un espacio que cada cual pueda reconocer como propio.
La primavera, en tanto, avanza sin pausa y pródiga en lluvia.
Muchos, pese a la crisis, se preparan para las vacaciones de verano, en el circuito de playas, y los estudiantes gozan anticipadamente del fin de clases, previsto para dentro de poco.
Acaba de ingresar la televisión digital, cumpliendo un mandato gubernamental emanado de la tragedia del 9/11, que busca reservar mayor cantidad de bandas de comunicaciones para uso de los cuerpos militares, policiales y de emergencia, aunque no se aprecian claramente grandes transformaciones en la resolución de imagen.
Algunos expertos pronostican el rápido final de la recesión, pero sostienen que continuará el desempleo.
Una vez más el Congreso ha aplazado la consideración de la reforma migratoria, pero el Senado de California aprobó una propuesta para otorgar licencias de conducir a unos tres millones de indocumentados, aunque la iniciativa aún debe pasar a la asamblea para su análisis. En Nueva York el gobernador David Paterson busca reinstalar ese tema.
Y en New Jersey, la oposición a entregar una licencia similar sigue siendo muy elevada. Las historias continúan. Algunas sin freno. Como mi auto.
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