Paysandú, Martes 30 de Junio de 2009
Locales | 26 Jun Un coqueto jardín junto a la entrada principal embellece la imagen de esta escuela. El día que visitamos el establecimiento los niños daban rienda suelta a divertidos juegos con pelota, en pleno recreo.
Conversar con la maestra directora de la Escuela 38 de Bella Vista nos permitió conocer un poco más sobre el diario vivir del docente y sus alumnos, en un territorio que conoce las dificultades de encontrarse lo suficientemente lejos de las cosas materiales y el placer de vivir muy cerca de los afectos. Al establecimiento concurren veintitrés niños, de inicial a sexto año, cuyos padres trabajan como alambradores, peones de estancia, capataces o puesteros. Las madres, en tanto, son amas de casa o trabajan en algún emprendimiento de la zona. Ayruma Branca, la maestra directora, nos dijo que “se trata de hijos preferentemente de habitantes del Mevir Bella Vista. En mi caso, soy maestra rural porque me encanta el campo. Este es el primer año que trabajo en esta escuela, pero estuve unos cuantos en la Escuela 68 de Santa Blanca”. Sensible con sus niños y su entorno, confesó que “el niño de campo es más niño y generalmente los padres de la zona respetan mucho la imagen del maestro. Yo trabajé muchos años en la ciudad; pero después, como mi esposo se jubiló, decidí venirme al campo con él. Esa experiencia de ser maestra en el ámbito rural me ha permitido conocer más a un niño y al otro. El de campo necesita gastar energías, pues son más dinámicos. En cambio, el de ciudad es más tranquilo”. En referencia al comportamiento y los niveles educativos alcanzados por sus educandos, Branca aseguró que “responden bien, pero los limita el escaso material de lectura existente en la casa. Y aunque en la escuela hay, también es limitado. Si bien cuentan con las computadoras XO, aún no están conectadas a Internet y no se puede ingresar a sitios para bajar materiales”, puntualizó.
El nivel socio económico de las familias de la zona es medio bajo y en algún caso la escuela los ayuda a satisfacer ciertas necesidades. Branca mencionó que “como maestra me produce cierta angustia el aislamiento, porque en algunas ocasiones no tenemos a quién recurrir ante situaciones que pueden llegar a ser límites. En cuanto a las alegrías, estas pasan por respirar el aire fresco de la campaña, el sol, la naturaleza, el mismo niño. Uno se levanta con ganas de encarar cada jornada y hacer las cosas. La campaña es muy linda en todo sentido, aunque para vivir en ella hay que amar desde un árbol hasta una piedra. En la ciudad todo es muy distinto, porque las paredes te limitan el mundo; en cambio, en estos escenarios no tienes límites”, reflexionó.
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