Paysandú, Miércoles 01 de Julio de 2009
Locales | 26 Jun El próximo diez de julio se cumplirán treinta años de la llegada de Washington González a Molino Quemado, luego de recorrer junto a su señora, Diva Teresa Mesa, y sus tres hijas, unos cuantos campos del territorio uruguayo. Según su relato, nació en cercanías a las colonias Risso y Egaña, departamento de Soriano, en tanto sus padres se trasladaron en 1942 a la zona de colonia Juan Gutiérrez, en las cercanías de Guichón.
A sus 69 años, comenta que hizo todo lo que un hombre de campo se precie de hacer. Desde carnear un chancho, una vaca o una oveja, hasta ordeñar, esquilar, plantar y alambrar. Por si ello fuera poco, también supo construirse su propia vivienda. Como dice él mismo: “me hice mi propio rancho de paja y terrón en tiempos en los que la gente de campo se levantaba su propia casa”. Recuerda que cuando contrajo enlace con su esposa – en la colonia uruguaya – fabricó su vivienda con sus propias manos. “Allí vivimos unos siete años. Pero la cosa empezó a ponerse un poco difícil y marchamos en busca de nuevas oportunidades, hacia otros territorios”. Trabajó mucho tiempo en la agricultura junto a sus hermanos –eran cuatro varones y cinco mujeres--, con los que plantaba más de 200 hectáreas.
“Cuando fallecieron nuestros padres nos repartimos en pequeñas parcelas. Recuerdo que mi madre murió a los 47 años y mi padre a los 65 años, tras haber sufrido un accidente en un tractor. El hombre se iba recuperando bien, aunque pasó tres meses complicados, pero después se le dio por domar un caballo y lo deshizo. Lo trajimos en avión para la ciudad pero no pudo resistir. Falleció en el sanatorio Pasteur”.
En tanto recuerda anécdotas, reconoce y agradece a las personas de su entorno más inmediato, tras haber atravesado un camino largo y sinuoso, pero el tiempo ha sabido recompensar tanta entrega. Es que el hombre de campo no conoce de días libres ni feriados.
“Después de tanto tiempo dimos con unos patrones excepcionales. Hoy tengo una chacra para trabajar gracias a don José De María, que lamentablemente falleció. Me dieron esta oportunidad de trabajar junto a mi esposa”, valora.
Los mejores momentos que recuerda fueron los vividos hasta los 45 años: “uno iba progresando y nos pudimos hacer de un capital para mantenernos”.
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