Paysandú, Jueves 02 de Julio de 2009
Opinion | 30 Jun Ante el advenimiento de los primeros fríos, tanto en las empresas como en las economías familiares surge la disyuntiva en torno a cuáles se presentan como las mejores opciones para calefaccionar los ambientes a una temperatura aceptable para una región subtropical, en la que teóricamente los picos de demanda de energéticos para calefacción son unos pocos al cabo del año.
La realidad indica que igualmente se presentan temperaturas extremas que determinan que en buena parte del otoño e invierno, y un tramo de la primavera, por lo menos durante cierta parte del día se necesite acondicionar ambientes, y ello plantea que deba optarse por elementos de calefacción que no solo cumplan con esta función de la mejor forma posible, sino que a la vez estén al alcance de las respectivas economías.
Las opciones tradicionales pasan por la energía eléctrica, hidrocarburos como el kerosene y el gas licuado de petróleo, el gas natural y la leña, este último con una importante masificación en los últimos años, por imperio de factores coadyuvantes como aprovechamiento de implantaciones forestales de eucaliptos, desde fines de la década de 1980, y el encarecimiento de la electricidad y los combustibles respecto a la evolución del poder adquisitivo del ciudadano medio.
De acuerdo a un relevamiento dado a conocer por “El País”, en la mayoría de los hogares las opciones más buscadas son la leña y el supergás, sobre todo por su relación costo - rendimiento respecto a la electricidad, aún teniendo en cuenta que se dispone de una amplia variedad de equipos eléctricos, su facilidad de manejo en las operaciones de encendido y apagado y también de traslado hacia las áreas del hogar en que se necesitan.
De acuerdo a este estudio, una garrafa de 13 kilos tiene en Montevideo un precio de 284 pesos -sin incluir flete- y en el mes se necesitan dos cargas para mantener las estufas prendidas durante seis horas diarias, en tanto que para la leña la información precisa que hay precios variables en cuanto al tipo y calidad de leña, pero que promedialmente para mantener una estufa durante ocho horas al día alcanza con unos 1.100 pesos por mes, aunque no se establece cual es la relación calorífica entre ambas.
En electricidad, entre mayo de 2008 y el mismo mes de este año la tarifa subió un 13,3%, es decir significativamente por arriba de la inflación, en tanto en ese período también bajó el supergás, respondiendo a las variables del precio internacional del petróleo. Mientras el gas por red y la leña se encarecieron promedialmente un 5%, aunque en este último caso siempre hay bocas de expendio que no responden a esta realidad.
El relevamiento da cuenta de que la mayoría de los hogares se calefacciona con leña --en un 40%--, siguiéndole el supergás con el 21%, electricidad 4,5% y queroseno 2,4%, en tanto el uso del gasoil o fueloil es de solo el 1,5%.
Otro aspecto a tener en cuenta es que de acuerdo a los datos que maneja UTE, durante el invierno entre la calefacción y el calentamiento de agua se destina el 50% del consumo, pero a la vez un 20% de los hogares, es decir uno de cada cinco, carece de formas de calefaccionar los ambientes, en tanto estos hogares llegan al 38% en los asentamientos marginales.
Por cierto, hay además otros puntos que obran negativamente para algunas de estas posibilidades: la leña requiere lugares de estiba y manejo que presentan una dificultad y molestia adicionales, mientras que con la energía eléctrica y el gas por cañerías el inconveniente mayor es la factura a fin de mes, con todo el consumo acumulado y la amenaza de un fuerte recargo en el caso de la UTE --un diez por ciento, es decir más que la inflación de todo el año-- si se paga aunque sea solo un día después del vencimiento.
Ergo, si bien cada uno cuida su bolsillo a la hora de elegir, no es menos cierto que para atacar realmente este problema se necesitan políticas de Estado que apunten a mejorar sensiblemente la aislación térmica de los edificios, tanto residenciales como de otro tipo, y para ello es preciso desgravar materiales que permitan construir con un sensible ahorro energético, así como instrumentar beneficios tributarios para la tipología de construcción que contemple estos elementos. Asimismo, corresponde promover instalaciones para calentamiento solar de agua, mediante una masificación que abarate costos, lo que no solo beneficiará a los usuarios sino también al país, si consideramos que un alto componente de generación eléctica se obtiene por derivados del petróleo y otro considerable porcentaje se compra a muy alto precio.
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