Paysandú, Viernes 03 de Julio de 2009
Locales | 26 Jun Soledad y olvido. Viejas construcciones en ruinas y casas abandonadas son el fiel reflejo de un pasado que al recordar produce cierto dolor. Si bien se encuentra a unos cinco kilómetros de Bella Vista, lo profundo del territorio lo muestra casi desconectado de la civilización. Las viviendas que han sobrevivido a los avatares del tiempo se encuentran encajonadas en el límite con el departamento de Salto, en cercanías del río Daymán.
Tomás Paz está ubicado a unos ciento cuarenta kilómetros de Paysandú ciudad y unos treinta y ocho de Salto, ingresando por el camino de Los Médanos, que lo conecta con ruta 3. Mientras nos acercamos al lugar observamos detenidamente la inmensidad de los campos y lo profundo del territorio nos produce una extraña sensación de vacío. La mañana era luminosa y la temperatura considerablemente ba ja a pesar del sol que intentaba templar las primeras horas del día. El viento soplaba con vehemencia y zumbaba con inusitada fuerza.
Como en otras tantas zonas del territorio rural sanducero, las lluvias han sido muy escasas. Generar el recurso hídrico resulta una verdadera odisea si tomamos en cuenta que la dureza de los suelos no permite hacer perforaciones con comodidad, por tratarse de basalto superficial. Es así que la junta local de Chapicuy suministra el agua potable a los pocos pobladores allí habitan, transportándola en un camión cisterna que llega una vez a la semana.
Durante nuestra visita, un vecino de Tomás Paz aceptó contarnos parte de su vida y de cómo es compartir un día cualquiera en compañía de sus seres queridos, rodeados de tanta soledad. Juan José González vive junto a Lilián Rosas en una casa que se levanta en campos de lo que tiempo atrás fue una colonia. Tiene cuarenta y seis años y es alambrador artesanal.
“Ahora somos poquitos en el lugar. De las diecisiete familias que originalmente habitaban estos campos, hoy quedan solo dos”, comienza relatando González. Junto a su familia se dedica a la cría de ganado ovino, algunos cerdos, gallinas y pavos, además de tener una pequeña huerta. Nunca pensaron en trasladarse a la ciudad. Su esposa asegura que “para el que le gustan estos lugares es lindo, aunque es una soledad a la que no cualquiera se podría llegar a acostumbrar”.
La charla se extiende y nos permite conocer personajes como Walter Piñeiro “El Pibe” Reyes, que según González es uno de los habitantes más viejos y hace “un rato” que pasó la frontera de los ochenta. Hoy, en Tomás Paz habitan solo dos familias; pero antes que se inaugurara el Mevir de Bella Vista, por junio de 2002, llegaron a ser unas diecisiete. El nuevo pueblo reagrupó a muchos pobladores de la propia colonia Tomás Paz y de sus alrededores. El chacarero también detalló que en la zona hay puesteros de estancias, pequeños productores de ganado ovino y vacuno, y algunas parcelas destinadas a plantaciones de arroz. En el medio del relato, uno de los presentes comentó: “¡Ah, pero ese fuego no es para calentar agua!” Lo que provocó un breve comentario acerca de unas mulitas que reposaban sobre una mesa, debajo de un árbol, adobadas, que ya tenían destino marcado: la parrilla del asador. Pero ya solo había tiempo para contemplarlas desde lejos, pues un nuevo destino nos aguardaba.
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