Paysandú, Sábado 04 de Julio de 2009
Locales | 03 Jul Tiene cincuenta y seis años, y es madre de tres hijos varones. Llegó a nuestro departamento junto a unos tíos, cuando tenía cuatro años cumplidos. Es conocida en el pueblo por “Titina”.
Gloria Gabot es hija de ferroviario. Oriunda de Tomás Gomensoro, departamento de Artigas, estudió en el colegio María Auxiliadora en la ciudad de Paysnadú. Al poco tiempo regresó junto a su familia, en Salto, porque a su padre, que era guardafrenos, lo trasladaron al departamento vecino. Posteriormente se radicaron en Paysandú, en Parada Esperanza. Gloria cuenta que siempre estuvo vinculada con el ferrocarril, ya que incluso en la familia de su esposo todos fueron empleados de AFE.
La mañana que visitamos su casa estaba haciendo crochet, para forrar unos almohadones. Se muestra activa y dedicada a las tareas cotidianas de una buena ama de casa. Es reconocida y recomendada en el pueblo por ser una buena peluquera.
Al momento de entablar el diálogo, su interesante relato estuvo cargado de nostalgia y recuerdos, pero también de un feliz presente que la mantiene lo suficientemente atrapada en sus actividades y en su entorno. Precisamente, al hacer referencia al lugar se muestra sensible y preocupada por las cosas que la rodean.
“Quiero acondicionar y recuperar este predio. Ojalá pudiera dejarlo en condiciones similares a como estaba cuando nosotros llegamos aquí”, comienza narrando la simpática mujer. “En algún momento se plantearon algunas ideas, como hacer un complejo deportivo, pero todo se fue en reuniones y se diluyó rápidamente. Siento algo de pena, porque se trata de un patrimonio social, al igual que la capilla San José, ubicada sobre la ruta 90. Mis hijos me dicen que tengo una idea fija con todo esto, pero tenemos que mantenerlo, porque hoy muestra cierto grado de abandono”.
Gloria observa el territorio que la rodea y afirmando que es feliz viviendo en Esperanza.
“Días atrás los gurises tiraban piedras al cartel indicador que está ubicado a un costado de las vías. Yo les decía: si ustedes supieran cuántos recuerdos lindos tiene este lugar, ¿por qué no lo cuidamos entre todos? Es que se trata de un predio histórico, al igual que la escuela, de la que también hay recuerdos lindos”, sostiene con algo de melancolía. “Por momentos siento que los padres no influyen mucho sobre ellos. Es como si no se le diera el verdadero valor a todas estas cosas, que nos recuerdan otros tiempos y nos refrescan la memoria de un hermoso lugar”.
Confiesa que “por momentos siento ganas de pintar los carteles yo misma, porque si usted viene por la ruta, desde la ciudad, lo primero que observa es mi casa y lo que queda de la parada de trenes. Soy una convencida de que es muy positivo que uno se reúna para sacar proyectos que resulten beneficiosos para la comunidad, pero no soy muy amiga de las reuniones, que se dilatan en el tiempo y no llegan a nada”, puntualiza.
“Estamos a un paso de Paysandú. La parada --como otras tantas estaciones ubicadas en lo profundo del territorio-- tuvo un impresionante movimiento social y productivo. Cada día pasaban trenes cargados con la más variada producción: estaban el tren de la tarde, el nocturno, el coche motor y todos ellos generaban movimientos sociales y económicos. Yo no puedo creer, con lo chiquito que es Uruguay, que no se pueda reactivar el tren. Junto con el ferrocarril han muerto pueblos enclavados en lo profundo del territorio y uno se pregunta cómo fue que los dejaron morir”, concluyó.
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