Paysandú, Lunes 06 de Julio de 2009

Diga 33, diga 33, diga 33

Locales | 01 Jul (Especial, por Enrique Julio Sánchez). Por más que me esfuerzo, mi memoria --que no es de mis mejores cualidades-- no logra recordar alguna consulta médica en que el profesional me haya solicitado que dijera 33 mientras apoyaba su estetoscopio en mi pecho o espalda. La verdad, nunca supe por qué los médicos piden que el paciente diga
33. Quizás para que uno agregue “orientales”, de patriotas que son nomás. O quizás sean resabios del truco. Supongo que será porque el médico necesita sonidos resonantes en el sistema respiratorio. Creo que eso se llama algo así como exploración táctil del frémito pulmonar.
Y me imagino que si el médico no logra determinar lo que desea, pedirá que uno diga de nuevo 33, sumando 66. Y si aún no está seguro, otra vez, llegando a 99. También, si me siento muy optimista, podría decirle 99 a la primera vez. O imaginar que estoy con un galeno gringo que me pedirá que diga ninety nine, es decir 99. Que sí, bien fuerte digo 99, especialmente hoy, 1º de julio de 2009, cuando diario EL TELEGRAFO cumple 99 años convertido ya en el diario de mayor trayectoria del país, aunque no se edita en la “tacita de plata”.
99 años de servicio, 99 años de dedicación, 99 años escribiendo día a día la historia de una comunidad, 99 años de entrega. Eso, de entrega. Un diario responde a una política editorial diseñada por la empresa que lo administra. Las hay rígidas, las hay menos. En el caso de EL TELEGRAFO, curiosamente, la política editorial representa al conglomerado de periodistas que en él trabajan, unidos por algunos inquebrantables principios que se remontan al mismísimo 1910: apego a la verdad, impulso de lo mejor de la comunidad, defensa de los valores humanos, insignia del progreso y bienestar, reafirmación constante del espíritu sanducero.
No son principios escritos en bronce; ni siquiera se entregan como desiderata cuando alguien se suma a la Redacción, pero se aprenden en el día a día, incorporando lo que la empresa espera pero también lo que la sociedad demanda de “sus” periodistas.
Para mí, escribir en EL TELEGRAFO desde hace alrededor de tres décadas es un privilegio probablemente inmerecido y, al mismo tiempo, un orgullo y una razón de ser.
En su Redacción pude compartir con notorios periodistas, como el propio Fernando M. Baccaro o el recordado Luis M. Pirieveis, lo mismo que con otros escribas “de campo”, como Artenio Montero, Carlos Cerrudo, Pancho Almada y Emilio Wynants, José Tomás Balbis, jefe de la página deportiva, o poetas - periodistas como Carlos Estefanell o Miguel Angel Pías, por nombrar solamente a quienes, como se dice, nos han precedido en el camino. De una forma o de otra, todos y cada uno fueron maestros, señalaron el mejor camino, que probablemente uno no siempre transitó.
El periodista siempre --pero siempre-- a medio camino entre el cielo y el infierno, no tiene razón de existir sin un medio que lo contenga. Curiosamente, los medios tampoco tienen razón de ser sin periodistas. EL TELEGRAFO es ese ejemplo perfecto de unión entre causa y efecto, entre ser y estar, entre haber nacido en esa tierra sanducera y tener la responsabilidad de ser sus urgentes historiadores. Ser periodista es recibir la confianza de la sociedad; ser periodista de EL TELEGRAFO es --además-- ser custodio de una historia que no conoce de claudicaciones.
La historia continuará. Apenas hemos dicho tres veces 33. El doctor pudo finalmente comprobar que estamos en excelente estado de salud. El presente nos llama y no admite dilaciones. El futuro nos espera, lleno de misterio, de ilusiones, de esperanzas y también de miedos. Pero llegará y será presente y otra vez nos convocará a escribir su historia. La de nosotros mismos --porque es imposible escribir sin dejar caer trozos de uno mismo--, la de la comunidad a la que servimos y la que nos honra con su respeto y aprecio, la de todos. El día a día, lo cotidiano, alguna vez será visto como extraordinario. Pero eso, eso
será tarea de otros. Los periodistas escribimos hoy sobre hoy. Mañana, pues esa es otra cuestión. Diga 33, diga 33, diga 33. O diga 99. Y siéntase orgulloso. Usted también es parte esencial de esto. De EL TELEGRAFO. El diario de todos.


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