Paysandú, Lunes 06 de Julio de 2009
Opinion | 05 Jul Las pandemias del tercer milenio no son ya las mismas que durante varios períodos han azotado a la humanidad y que han llegado en alguna oportunidad a diezmar la población mundial, ante la falta de elementos para combatirlas y para prevenirlas, hasta que el propio proceso natural determinó la creación de defensas que permitió contener y hacer desaparecer la oleada, a la vez de seleccionar a los individuos más resistentes al flagelo.
La gripe A H1N1 o gripe porcina, considerada primariamente como resultado de una mutación que se transmitió desde los cerdos, en realidad no se contagia a través de este animal, pero en cambio su nombre alcanzó para que en algún país árabe salieran a sacrificar porcinos masivamente, y en naciones en las que supuestamente el ciudadano está bien informado, como la nuestra, igualmente esto no alcanzó para evitar que un alto porcentaje de la población optara por abstenerse de consumir carne de cerdo, lo que ha hecho naufagrar empresas de este sector por falta de demanda de sus productos.
A la vez, se ha creado una fuerte sicosis realimentada por los medios de difusión --entre los que nos incluimos y por tanto nos toca también el mea culpa-- que ha hecho del avance de la pandemia prácticamente un relato novelesco. En ciertos casos el tratamiento de la información ha tenido ribetes que en alguna medida tienen puntos de sintonía con el episodio que hizo famoso a Orson Welles en la década de 1940, cuando reprodujo por radio en Estados Unidos el libro “La guerra de los mundos”, con la consecuencia de que buena parte de la población creyó que era real y hubo manifestaciones de histeria y hasta suicidios por el supuesto avance incontenible de la invasión extraterrestre.
De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud ya llegan a 90.000 los casos de la gripe A en todo el mundo, que en el Hemisferio Sur se suma a la incidencia de la gripe estacional, que se da durante el invierno, y por lo tanto resulta difícil determinar hasta dónde van una y la otra, y por lo tanto cuáles son realmente sus consecuencias.
Pero si hay un aspecto que nos debe servir de consuelo ante un mal, como lo es la difusión de cualquier enfermedad, es que la gripe A tiene mucho más de percepción que de realidad en lo que refiere a su peligrosidad, que no supera a la de la gripe común, con un índice de mortalidad similar, que es del orden del uno por mil.
Y si bien siempre se da un lamentable saldo de muertes cuando surgen epidemias, debemos tener presente que por regla general los casos que han tenido desenlace fatal, que hasta ahora son cuatro en nuestro país, se han dado en personas con estado de salud muy deteriorado o que padecían enfermedades crónicas que se han agudizado como consecuencia de efectos secundarios de la gripe, la que ha obrado como agravante.
Es decir que no se ha tratado de un sesgo particularmente agresivo de la gripe porcina, sino que quienes fueron afectados y fallecieron posiblemente también hubieran tenido la misma suerte en caso de haberse infectado con la gripe estacional o alguna otra enfermedad ocasional.
Este es precisamente el punto, por cuanto de otra manera no se realizaría año a año la vacunación antigripal masiva por el Ministerio de Salud Pública, que va expresamente dirigida a inmunizar a los grupos de riesgo, es decir niños, personas de mayor edad, enfermos crónicos cardiorrespiratorios y personal de salud, entre otros, desde que la combinación de la gripe con las patologías crónicas puede resultar letal para organismos ya debilitados.
Corresponde por tanto situar el asunto en sus verdaderos términos, quitándole dramatismo injustificado, porque la regla es que la enfermedad es leve para quienes por su condición física no integran los grupos de riesgo para toda otra enfermedad, sin perder de vista que como en cualquier situación, corresponde adoptar medidas elementales de prevención, ampliamente difundidas por el Ministerio de Salud Pública. Pero sobre todo, la población debe poner de manifiesto una mejor respuesta ante las campañas de vacunación, contra la gripe o la enfermedad que sea, mediante una concientización que lamentablemente hasta ahora ha brillado por su ausencia, en este como en demasiados otros temas.
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