Paysandú, Jueves 09 de Julio de 2009
Opinion | 08 Jul El sanducero que tenga oportunidad de visitar grandes ciudades del mundo, más allá de descubrir los atractivos visuales e históricos del lugar probablemente sentirá una sensación extraña al caminar por las inmensas avenidas y calles atestadas de tránsito, siempre ordenado y respetuoso de las normas. En ocasiones así las sensaciones que se presentan son pérdida de noción de las dimensiones del espacio, oídos tapados, paz interior y tendencia a exagerar el tono de voz al hablar. Luego de algunos minutos de adaptación, inmediatamente notará que aún en medio de tan intenso tránsito vehicular, no es necesario alzar la voz para comunicarse, y basta un susurro para ser entendido por el interlocutor cercano. Esto ocurre en urbes como Chicago, Dallas, en menor medida París o Miami y tantas otras, donde el sonido que se destaca es el murmullo producido por miles de neumáticos que pasan por minuto por cada bocacalle, incluso a alta velocidad en avenidas rápidas, pero resulta difícil individualizar algún sonido de escape en particular, puesto que todos los motores están provistos de silenciadores.
Esto contrasta con la agresión que diariamente vivimos en Paysandú y el Uruguay en general, donde el denominador común es el escándalo de motores de motos, autos, ómnibus y camiones, que circulan impunemente ante la ausencia de control municipal. Es fácil inferir que si el tránsito de nuestras ciudades alcanzara la densidad característica de las metrópolis del primer mundo, habría que usar protectores auditivos para no terminar sumidos en el estrés. De hecho ya es imposible mantener una comunicación oral en la vía pública, que se ve interrumpida constantemente por el estruendo de motos y autos aún cuando se hable a grito pelado, y en los hogares, en las habitaciones que dan a la calle a menudo no es posible seguir los diálogos de la televisión, no importa el volumen del aparato. No es de extrañar entonces que en la mayoría de los hogares céntricos de Paysandú los dormitorios se encuentren hacia los fondos. Todo esto que el ciudadano común conoce y reconoce, lleva a considerar imprescindible que la Intendencia asuma su responsabilidad como fiscalizador del orden en el tránsito. Tanto el intendente como muchos de sus directores han viajado bastante y debieran haberse dado cuenta de que es posible controlar los ruidos molestos, que son causa de estrés, insomnio y alteraciones nerviosas en general. En Paysandú las normas existen; es hora de que las hagan respetar.
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