Opinion | 10 Jul Cada año nuestro país recibe decenas de jóvenes desde Alemania, Estados Unidos, Bélgica, Estonia, Suecia y Suiza, entre otros, a través de los programas de intercambio estudiantil internacional Youth For Understanding. La organización tiene sede en Uruguay desde hace cincuenta años y promueve el intercambio cultural entre jóvenes de todas las nacionalidades.
Los estudiantes deben ir al liceo, ya sea público o privado, y las familias anfitrionas no reciben apoyo económico de YFU pero tampoco tienen gastos extra, ya que las familias de origen son las que solventan los gastos de los estudiantes visitantes.
Desde las primeras experiencias de intercambio las comunicaciones han cambiado mucho. Los primeros que participaron en la experiencia solo contaban con el correo para mantener el vínculo con sus familias y amistades en el país de origen. Actualmente la globalización es lo normal y a través de la computadora cualquier persona tiene “amigos virtuales” en diferentes partes del mundo con los que se relaciona –si así lo desea-- en cualquier momento.
Sin embargo las experiencias vivenciales siguen siendo las que realmente permiten a cualquier persona --y sobre todo si se trata de jóvenes-- crecer y descubrir que existen diferentes realidades en el mundo. Más allá de los medios que permiten en tiempo real la comunicación básica, el contacto personal sigue siendo el protagonista y el calor de la familia insustituible a todos los niveles.
La llegada de estudiantes y el contacto con los demás jovenes, además de permitir a los foráneos el conocimiento de nuestra cultura y modo de vida, nos enseña mucho sobre sus propias formas y costumbres. Así, en el intercambio que permite la proximidad física las relaciones humanas se consolidan y los lazos de amistad sobre los que se sostiene la verdadera paz.