MARTÍN GARRÉ

Locales | 10 Jul De muchacho hombreó bolsas, esquiló a mano y ordeñó en el tambo familiar en tiempos en que la producción era más rentable. Hoy, unas quince horas diarias pautan su jornada de trabajo en el comercio que desde hace treinta y seis años atiende en el paraje Tres Quintas, ubicado sobre la ruta 24, en el departamento de Río Negro.
Martín Garré, de 56 años, enviudó hace 11 años. Es padre de una mujer de 26 y un joven de 20 que estudian en Montevideo. Oriundo de Paysandú, llegó siendo un gurí y se crió junto a su familia “en una chacra cercana cerca de aquí. Más tarde, como éramos una familia grande, mi padre compró acá. Había un ranchito ahí adelante”.
En su fluido relato, al referirse a los tiempos que le ha tocado vivir sostiene que han sido cíclicos: “hay cuatro o cinco años buenos y dos o tres malos. Desde que me acuerdo, hubo una caída por el año 1982, después en el noventa y algo, posteriormente en 2002. Sin embargo, a todas se ha ido sobreviviendo. Estos últimos años han sido algo complicados, pero zafada la crisis de 2002 se empezó a enderezar en algo la situación y hoy da para sobrevivir”.
Aunque manifiesta que no es el único almacén en la zona y los habitantes del centro poblado de Mevir también compran en un supermercado de la colonia alemana Gartental, ubicada frente a la ruta y donde hay un par de comercios más.
Opina Garré que el nuevo complejo Mevir permitió mejorar las condiciones de vida de los habitantes de la zona. “Nosotros donamos esos terrenos, porque no los utilizábamos para nada. No se producía y si nos poníamos a hacer quinta, acá afuera no se vendía nada. Así que nos pusimos de acuerdo y le dimos un uso mejor para el entorno. Fíjese que de otra manera un trabajador no puede acceder a la vivienda propia cerca del trabajo y comprarla es difícil”.
El hombre se muestra particularmente atraído por la vida en el campo. “Me gusta la campaña. Además, estamos en una zona bárbara, de cruce inevitable por el movimiento que genera la ruta. Cuando vine acá no teníamos luz eléctrica y en unos cuantos kilómetros a la redonda había un solo teléfono. No había pavimento y la ruta era de tosca. Ahora hay mucha más comunicación y los servicios mejoraron considerablemente.”.
Garré recuerda los tiempos de su niñez, cuando junto a sus hermanos iba a la escuela a caballo. “Hoy podemos ver que la gurisada anda en moto o en bicicletas. La verdad, las cosas han cambiado mucho”, reflexionó.