Paysandú, Jueves 16 de Julio de 2009
Opinion | 14 Jul Aunque siempre con diversidad de opiniones respecto a la real entidad y evolución del problema la comunidad científica internacional coincide en señalar que la actividad industrial, tanto en países desarrollados como en los emergentes, así como el uso desaprensivo de los recursos naturales –sobre todo la deforestación de montes nativos-- es factor desencadenante del efecto invernadero, que deriva en un gradual aumento de la temperatura media mundial y sus consecuencias adversas sobre el medio ambiente.
El punto es que las responsabilidades en esta materia no son asumidas por todos los contaminantes en la misma forma, porque a la vez tampoco es fácil lograr acuerdos cuando estamos ante un conflicto de intereses y el desarrollo inocuo es mucho más caro que encararlo sin tomar en cuenta la ecología, como ha ocurrido durante demasiados años en el planeta.
Tampoco se ha logrado unanimidad de opiniones respecto a la magnitud de las modificaciones que se han registrado en el clima, desde que hay quienes estiman, en la comunidad científica, que el período considerado es demasiado corto como para que resulte demostrativo del fenómeno y relativizan la entidad de los guarismos que han generado preocupación en los últimos años.
Igualmente, sea o no tan grave el tema, lo cierto es que debe actuarse como si efectivamente lo fuera, y por lo tanto asumir las responsabilidades de promover un desarrollo sustentable sobre la base de reducir al mínimo las agresiones al medio ambiente y, en este caso concreto, de las emisiones de gases que causan el efecto invernadero, como es el caso del dióxido de carbono, el principal generador del entuerto. De ahí que en estos meses se cumplan conversaciones previas a la cumbre de diciembre, en la que se procurará alcanzar un acuerdo global que sustituya al Protocolo de Kyoto, del que hay países --como Estados Unidos-- que se han puesto al margen, pese a estar entre los mayores contaminantes del planeta.
El experto de las Naciones Unidas en calentamiento global, el holandés Yvo de Boer, es uno de los precursores de este acuerdo, por entender que si a fin de año se alcanza en Copenhague, Dinamarca, un acuerdo en la reducción de CO2, se estará dando un gran paso en aras de este objetivo.
Sobre este aspecto, indicó a El País de Madrid que “la gente mayor, especialmente si vive en el campo, ya nota el cambio. El clima siempre ha cambiado, pero ahora vemos cosas que nunca se habían visto en la historia de la Humanidad”, y consideró que “si no actuamos y reducimos las emisiones de gases de efecto invernadero veremos cosas terribles. Eso dicen los científicos. Pero incluso si conseguimos estabilizar la concentración de CO2 en atmósfera, en 450 partes por millón (ahora está en 387, el nivel más alto en más de 650.000 años) y la temperatura solo sube dos grados, “el mar subirá más de un metro y eso acabará con numerosas pequeñas islas del Pacífico”.
Es cierto, estamos ante una postura de un experto que ha asumido como causa propia el calentamiento global, y es posible que la verdad no sea tan apocalíptica como la presenta De Boer, pero ello no quita que el problema exista, cualquiera sea su real magnitud y que sobre todo deben asumirse compromisos por los principales causantes de esta degradación medioambiental, para evitar que siga contaminándose desaprensivamente el ecosistema.
A juicio del experto, en la próxima cumbre deben definirse cuánto deben reducirse las acciones por los principales generadores de los gases de efecto invernadero, que son los países desarrollados y los emergentes como China e India, sin olvidar que Estados Unidos no se ha integrado al Protocolo de Kyoto y que hoy está emitiendo un 14 por ciento más que una década atrás, en tanto Europa en ese período lo ha reducido en un 8 por ciento.
Uno de los mayores obstáculos, empero, es la postura de China e India, que a fuerza de promover el desarrollo con el que argumentan combaten la pobreza, en contrapartida generan condiciones para que el mundo, en un futuro imposible de estimar todavía, resulte inhabitable para pobres y ricos, aunque estos últimos siempre tienen mayores posibilidades de evitar las consecuencias.
Lo que se requiere, indudablemente, es un alto grado de compromiso en los acuerdos que se logren en los foros internacionales y hacer a la vez que a quien contamine le resulte cada vez más caro hacerlo y dejarlo en evidencia ante el mundo, a falta de concientización.
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