Opinion | 12 Jul Si tuviera que elegir una obra arquitectónica que identifique a Paysandú, ¿cuál elegiría? En una ciudad industrial con tan pocos íconos como la nuestra, resulta difícil encontrar un monumento que represente nuestra identidad. Si bien existen obras de gran valor como el Monumento a Perpetuidad y el teatro Florencio Sánchez, ninguno de ellos conjuga el sentimiento localista como lo hace la Torre Eiffel en París, el Obelisco en Buenos Aires, el Palacio Salvo en Montevideo, o en menor escala el monumento al sembrador de Villa Elisa, en la provincia de Entre Ríos.
En Paysandú hay una estructura edilicia que tiene impregnado el espíritu sanducero en sus cimientos, que soportó el embate de las fuerzas del Imperio del Brasil durante la heroica defensa de 1864 y fue testigo de la reconstrucción de la ciudad desde sus cenizas, así como del desarrollo industrial de mediados del siglo pasado. Es la Basílica Nuestra Señora del Rosario y San Benito de Palermo, una iglesia que más allá de su función religiosa es un orgullo para Paysandú por su riqueza patrimonial y su historia. ¿Quién no ha llevado a algún pariente de otro lado a visitarla, ha enviado allí a los turistas que preguntan por sitios característicos, o simplemente consultado la hora en el reloj de su torre o escuchado dar las campanadas cada media hora?
Pero aún cuando todos estamos de acuerdo en que la Basílica es nuestro máximo ícono cultural, poco se hace para mantenerlo en condiciones. Hoy las humedades de las paredes y techos han borrado buena parte de sus hermosos frescos, pintados a principios del siglo pasado por artistas italianos y los revoques se vienen abajo por efecto del tiempo. Urge encarar una recuperación total del edificio para no perder definitivamente las obras invaluables que yacen en sus muros, esos que todavía conservan las balas de los cañones que atacaron la ciudad durante la Defensa.
El Ministerio de Educación y Cultura dispuso de ocho millones de pesos para recuperación de patrimonio cultural en el Interior, y sería bueno que algo de lo que le corresponda a Paysandú se destinara a su restauración, como lo está haciendo Soriano con su iglesia de Mercedes. Seguramente estos recursos no serán suficientes para todo lo que hay que arreglar, pero al menos podría detener el deterioro hasta que algún gobierno central o municipal, o quizás las fuerzas vivas, decidan de una buena vez volver a darle brillo a nuestro más preciado edificio.