Paysandú, Sábado 18 de Julio de 2009
Opinion | 15 Jul En un Mercosur que no ha respondido a las expectativas, sobre todo de los socios menores del acuerdo, que han sido sistemáticamente ignorados por Argentina y Brasil a la hora de las decisiones, aparece como un paliativo aunque demorado en instrumentarse, el Focem (Fondo de Convergencia Estructural del Mercosur), que en suma apunta a generar inversiones de infraestructura que permitan atenuar las asimetrías flagrantes entre los países del bloque.
Por supuesto, las deficiencias y desigualdades no se arreglan con un fondo, pero por lo menos implica reconocer las dificultades para lograr una integración más o menos balanceada entre los socios, aunque persistan políticas de prescindencias y un bilateralismo crónico en perjuicio de Paraguay y Uruguay.
En esa condición Brasil y Argentina se reparten “méritos”, entre proteccionismos y la política de los hechos consumados, que atenta contra un intercambio comercial fluido y también conspira contra las posibilidades de la negociación del Mercosur con otros bloques, porque en estos casos Brasil aspira a jugar de protagonista mundial como país emergente.
El Focem es de relativa reciente creación (hace dos años y medio) y ello explica que tras más de una década del controvertido bloque, las asimetrías sigan gozando de buena salud y no se haya hecho nada valedero para revertirla, en tanto Brasil ha utilizado el Arancel Externo Común para colocar sus propios productos en los países del bloque y defender sus intereses contra las importaciones de fuera de la región.
Actualmente el Focem tiene una disponibilidad del orden de los 270 millones de dólares, que provienen de aportes anuales de 100 millones de dólares de los cuatro países, de los que el 70% es aportado por Brasil, por Argentina el 27, Uruguay el 2 y Paraguay el 1. A la vez, Paraguay recibe el 48%o, Uruguay el 32, y Brasil y Argentina 10% cada uno.
Las perspectivas de utilización de estos fondos es muy diversa, y al presente se han volcado solo 16 millones de dólares, aunque ya hay varios planes presentados y en definición, e incluso en lo que refiere a nuestro país, está en vías de instrumentarse el proyecto que apunta a la restauración y mejora del trazado de la Ruta 26, entre otros destinos.
Y si bien las obras en infraestructura son clave para el desarrollo, para la logística del comercio y la producción, la normativa que rige el uso del Focem impide que las inversiones puedan canalizarse en el tiempo y la forma en que necesitan los países más pequeños de la región, por cuanto se ha establecido que solo se pueden atender obras públicas del Mercosur, con la contrapartida de que el beneficiario aporte un mínimo del 15% del proyecto correspondiente. En todos los casos se requiere del consenso tanto técnico como político de los cuatro miembros del bloque para liberar el dinero, y en lo que refiere a nuestro país, está pendiente de autorización el proyecto de interconexión eléctrica con Brasil, para lo que falta el consentimiento de Argentina.
Pero Brasil tiene otra idea, que sería acompañada por Uruguay, y en realidad la iniciativa es compartible --aunque posiblemente Itamaraty tenga algún interés propio en instrumentarla--, desde que apunta a la posibilidad de que el fondo contemple también financiar proyectos industriales a privados. Para ello se necesita flexibilizar las normas que regulan el uso de los recursos, y precisamente Uruguay no solo comparte la filosofía del planteo, sino que la delegación uruguaya que viajará a Asunción del Paraguay el 23 de este mes para participar en el Consejo de Mercado Común, está dispuesta a apoyar la iniciativa, que se estima redundará en beneficio de toda la región.
Ya Brasil apunta a presentar un proyecto para la industria automotriz y otro para el gas y el petróleo, seguramente en beneficio de empresas de su país interesadas en participar en empresas del rubro, pero eso no quita que el instrumento se pueda utilizar criteriosamente en beneficio de las naciones con más carencias, desde que abre caminos para el desarrollo de cadenas productivas que signifiquen una complementariedad de producciones y procesos.
En todos los casos se trataría de un elemento dinamizador que mucho necesita el bloque, y es de esperar que en esta oportunidad prive la sensatez y se generen los acuerdos imprescindibles para que la idea se plasme en acciones revulsivas para los socios menores del Mercosur.
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