Paysandú, Domingo 19 de Julio de 2009
Locales | 12 Jul Carta a todos: pensemos
y reflexionemos
Me dirijo a la población con la intención sólo de que esté informada de lo que pasa en nuestro país con la salud. Esta es otra campana, la de la realidad y la verdad. No suena igual a la que oímos en los medios de prensa a través de la voz de las autoridades de la salud.
No es mi intención culpar ni juzgar a nadie, no soy quien para hacerlo. Solo quiero informar y que cada uno saque sus conclusiones. Soy paciente oncológica en tratamiento con buena calidad de vida y con deseos de continuar viviendo. Hace unos meses mis amigos, maravillosos, realizaron una campaña solidaria gracias a la cual pude acceder a un tratamiento de 4 meses. Quiero aprovechar esta oportunidad para agradecer a cada persona que generosamente colaboró. Sé que la palabra “gracias” no engloba todo el amor que siento por ellos.
Pero... y aquí sigue el problema. Para continuar adelante debo tomar otro medicamento que me cuesta la suma de $99.000 (noventa y nueve mil pesos) ¡por mes! Sí, así como lo está leyendo, ese es el costo de tres cajas. Esto sucede en nuestro querido Uruguay, donde tanto se habla de los derechos humanos, uno de los cuales, pienso, si ahí no llegó el cambio, es el “derecho a la vida”. Ni al Ministerio de Salud Pública, ni a la mutualista les corresponde o pueden o quieren o deben o todos los “o” que se le pasen por la cabeza, solventarlo. Entonces, ¿qué me queda por hacer? ¿Sentarme y observar como progresará mi enfermedad hasta que termine con mi vida? El Fondo Nacional de Recursos (para el que he aportado siempre a través de los correspondientes descuentos) ya me ha negado dos medicamentos incluidos en él. Uno que generosamente la población me pagó a través de la cuenta solidaria, y otro la semana pasada.
Soy jubilada, viuda, con 2 hijos que están en Montevideo estudiando. Uno trabaja, el otro busca trabajo. Ya gasté todos los ahorros que habíamos logrado con mi esposo tras muchos años de sacrificios y privaciones. ¿Cómo sigo? Bueno, esta semana saqué un préstamo en el BROU de $100.000, a pagar en ¡48 cuotas! para comprar medicación para un mes.
He golpeado muchas puertas: Presidencia de la República, Ministerio de Salud Pública, Fondo Nacional de Recursos, Dirección Nacional de Salud, Departamento de Medicamentos, Atención al Usuario, Laboratorio Glaxo Montevideo, Buenos Aires, Brasil, Estados Unidos, etcétera, etc. Muchas cartas que han formado varios expedientes con grandes demoras en las respuestas, todo sin solución; respuestas negativas.
¿Este es el país que queremos? ¿Dónde están los Derechos Humanos que tanto pregonan? ¿O es que la vida no tiene importancia y hay otras prioridades? Solo le pido que reflexione. Esta es una realidad cerca de usted. Deseo que nunca le toque.
Gladys Pita
PACIENTE FANTASMA
Estoy afiliada a una institución que está en todo el país. A su vez está en convenio con una emergencia móvil y una institución médica única en Paysandú. Debido a un accidente se me mandó hacer una tomografía. El neurólogo que me atendió la vio y no dejó constancia en ningún lado sobre las secuelas del accidente. Ningún médico deja ficha del paciente. De la atención de los médicos no me quejo, pero como inicié una demanda judicial no tengo ningún justificativo médico sobre las secuelas que me dejó el brutal accidente.
Me he recorrido las tres instituciones y sigo sin encontrar respuestas. ¿Qué documento le puedo presentar al juez al no tener nada? Ojos azules
DE UN SANDUCERO EN BARCELONA
Mi nombre es Sebastián Ravera, soy de Paysandú y vivo en Barcelona desde hace dos años. Me vine porque mi familia se vino toda para acá y yo fui el último en desprenderme de Uruguay. Mi familia hace más de cuatro años que está acá; se vinieron porque no tenían casa ni trabajo, y fue la única salida que vieron. Ya que tenemos cuidadanía italiana pudimos ingresar a España sin problemas. Tengo 26 años y una hija en Paysandú de 3 años, a la que no veo desde diciembre, aunque vino unos meses con su mamá. Es difícil la vida acá, acostumbrado a ver tu hija todos los días y luego no; y los amigos y mis abuelas.
Decidí escribir esto ya que siempre leo EL TELEGRAFO por Internet y vi un escrito de una señora de Paysandú que está en Valencia, cerca de aquí y me gustó mucho lo que escribió resumiendo cómo es la vida en España. Ahí la gente está engañada, pensando que uno acá se va a hacer rico. Eso era antes, y mucho antes. Acá la cosa está mal, no como en Uruguay de corrupción y demás bajezas. Pero existe y ya no se consigue trabajo tan fácil; acá la crisis se nota y se nota de verdad. De acá se están yendo muchos inmigrantes, de a montones. Con un trabajo normalito, por ejemplo de camarero, te da para pagarte un pisito a medias con otra persona o una pieza, y para comer lo justo.
Acá todo es caro y te cobran hasta el respirar. En vez de parecer España esto parece Pakistán; cuando ves la calles hay 80% de inmigrantes y el otro 20% son españoles (catalanes). También se extraña muchísimo Paysandú y el Uruguay entero; en muchas cosas somos privilegiados ahí; cosas simples y sencillas que acá no existen ni se ven, ni se pueden hacer, como ir a un parque a hacer un asado.
Un saludo a EL TELEGRAFO, sin el cual los que estamos lejos no nos enteraríamos de mucho de nuestra heroica. Y un abrazo y un saludo a mis amigos Ronald, Tito, Ramiro, Loncho, Juan y todos lo que me conocen, ya que hace años que no sé mucho de ellos. A mis abuelas Chola y Nené, que las extraño mucho y en especial, a la razón de mi existir, mi hija Avril, en quien no dejo de pensar. Sebastián Ravera Pena
SOLICITADA
POR LA HERMANA ROSALÍA
Cuántas mañanas, con frío, humedad o lluvia, vimos a esta personita recorriendo los pasillos del Hospital Escuela del Litoral. Visitando, según sus palabras, a los enfermos internados; deteniendo su lento andar para brindar una palabra de aliento y un mensaje de Dios a través de su dulce voz.
Me pregunto qué sensación tendrá o si vivirá con tranquilidad quien decidió que Rosalía, con sus 84 años, y las otras monjas, tenían que retirarse de su querida iglesia y de su hábitat de más de 100 años. Que según parece fue quien decidió que la iglesia y la casa de las monjas eran un palacio. Yo me pregunto --y sé que más de un familiar o persona que haya tenido un enfermo internado hoy se pregunta-- si dormirá tranquila la persona que tan empecinadamente sacó a estas monjas del HEL.
¿Será eso el ansia del poder? Sin palabras. Que Dios sea justo. Todos los católicos apostólicos romanos sabemos que así será. C.I. 2.664.259-3
A VOS ME DIRIJO
Quisiera saber si te acordás de lo que hiciste el domingo 6 de julio de 2008, cerca de las diez y media de la noche. Sí, ¡claro que te acordás! Saliste de tu casa en moto con otro amigo de andanzas a buscar una tarjeta para recargar el celular hasta el kiosco de la Terminal, y como no encontraste, tomaste por Río Negro al Oeste contraflecha ¡sí, contraflecha! y emprendiste una loca carrera por 4 cuadras. Y justo antes de llegar a calle Setembrino, agarraste de frente a mi Dady, que también lo hacía en moto, pero a una velocidad normal, acorde a la cilindrada de su moto (50cc.) y con casco protector. Y sabés por qué te lo digo: porque vos no tenías nada de eso, y le destrozaste la cara; prácticamente lo mataste casi en forma instantánea, y de forma inmediata nos destrozaste la vida a mis hermanitos y a mí.
Una inocente vida pagó por tu ímpetu de andar a alta velocidad, sin tomar conciencia de lo que hiciste ni hacés. Y pagamos también nosotros, ¿y sabés por qué? Porque mientras esa misma noche vos estabas en tu casa, calentito, al lado de la estufa, con tu gente y café de por medio --por la brillante orden de un señor al cual aún se le llama juez, que dijo que no se te hiciera espirometría como que tampoco la Policía pudiese labrarte acta y que de inmediato fueras entregado a tus padres, siendo que en este tipo de casos se hace y más aún cuando hay una persona grave-- mi Dady estaba en una sala de operaciones, rodeado de médicos, enfermeros, anestesista, instrumentistas, que luchaban por salvarle la vida, y el resto de nuestra gente esperaba afuera de las instalaciones de Comepa, bajo la lluvia reinante y el frío. Porque te acordás que ese día pasó eso, ¿verdad?
Pero los esfuerzos fueron inútiles... Aún así, con las heridas graves que tenía, él luchó por vivir y sobrevivió 18 días, 18 largos días en los cuales se iba apagando de a poquito y con él nuestras esperanzas de tenerlo de nuevo en casa junto a nosotros. Esperando día a día una noticia alentadora de los médicos, pero todo fue en vano. Él se fue el 24 de julio y junto a él, gran parte de nosotros, y sabés que mientras vos disfrutaste el día del padre junto al tuyo, nosotros tuvimos que hacerlo en el CTI y no como nos hubiera gustado, o como a él le gustaba, ver a todos sus hijos reunidos. Porque a mi Dady le gustaba festejar los cumpleaños, días del padre, Navidad, etc. Porque también quiero que sepas, Papiringo no era cualquier padre, ¡era el mejor padre del mundo! Y vos lo arrebataste de nuestro lado... el jamás dejó que nos faltara nada, nos protegía, nos amaba muchísimo y tampoco permitía que nos dañaran.
Y ahora te pregunto: ¿qué hubiera pasado si las cosas hubiesen pasado al revés? ¿Que fuera mi Dady el que te chocara, te destrozara la vida y tu familia ? Me supongo que ellos no descansarían hasta que se hiciera justicia, ¿no? Golpearían puertas de todos lados, hablarían con la Policía, los jueces y reclamarían, supongo que sí, ¿verdad? Y a él, por se funcionario policial y ser mayor, le habrían hecho un sumario, lo hubieran separado del cargo a medio sueldo y tal vez ustedes no descansarían hasta verlo entre rejas. ¿Es cierto o no? Y por si fuese poco, a tu gente la tendríamos todos los días golpeando la puerta de casa.
A cambio, a vos ¿qué te hemos hecho? ¿Qué te han hecho? Yo te pregunto: ¿vos pagaste por ese crimen? O mejor dicho, esos crímenes, porque detrás de Papiringo quedamos sus hijos. Pero lo más grave es que hay 4 menores sin su amor, su protección, su atención, su ternura, su todo...
¿Vos entendés lo que te digo? No, no me entedés. Si vos seguís alegre y contento por la vida, seguís manejando motos de toda cilindrada y seguís a “alta velocidad” por toda la ciudad ¡sin que nada ni nadie te lo prohíba!
Mientras, Dady está en el cementerio y nosotros acá, extrañando cada día más. Si tenés conciencia e idea de lo que hiciste, ¡recapacitá, por favor! Si no, otra inocente vida pagará.
Mariana Brazeiro Soto, Maricela Brazeiro Soto, Blanca Soto Furtado
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